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1ª Edición / 132 págs. / Rústica / Castellano / Libro
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INTRODUCCIÓN
Es curioso como la vida nos lleva a revisitar viejas pasiones. A comienzos de
la década de 1980 caminaba con mi padre por los salones de una de las primeras
ferias tecnológicas que se desarrollaron en Chile, la Infotel, que después de llamó
Softel. Ahí observábamos atónitos la llegada de los primeros computadores
personales al país. Eran cacharros relativamente grandes que a nosotros nos parecían
prodigiosos. Yo esperaba ver algo similar a la Baticomputadora, pero para
mi decepción lo único que encontré fueron aparatos que parecían máquinas de
escribir con pantallas. Mientras mi papá dialogaba con otros visitantes sobre la
posibilidad de poner el Código Civil en una de las máquinas (algo que asombraba
a los mismos técnicos), yo me dediqué a jugar ajedrez con ellas. Me la computadora
me ganó las primeras quince partidas, pero a contar de la número dieciséis,
para regocijo de mi autoestima, pude vencerla. Entonces vino el técnico y mediante
procedimientos misteriosos para mí aumentó la destreza de la máquina y
ésta volvió a barrer el piso conmigo. Dos lecciones me llevé a mi hogar ese día.
Por un lado las computadoras no se parecían ni a mí, ni a R2D2, ni a ningún ser
consciente que yo pudiese concebir. Por otro lado, podían vencerme en un juego
de inteligencia tantas veces como yo insistiese en enfrentarme a ellas. Estas dos
conclusiones siguen siendo válidas hoy y son el punto de partida de este texto.