LA OTRA CARA DE WOJTYLA



¿CÓMO HA QUEDADO EL MUNDO Y LA IGLESIA TRAS EL LARGO REINADO DE WOJTYLA?

 

 

Este libro no es una biografía más de Wojtyla, aunque contiene los elementos más significativos de su vida y de su personalidad, algunos de primera mano. El intento del libro es llegar a comprender las aparentes contradicciones que encierra la figura de este desmesurado Wojtyla, Karol el Grande, como algunos empiezan a llamarle.¿Cómo es posible que un papa que se ha pasado más de un cuarto de

 siglo recorriendo todo el mundo y hablando del nuevo milenio haya ido haciendo retroceder la Iglesia católica hacia posiciones integristas anteriores al Concilio Vaticano II? ¿Cómo es posible que un papa que ha abierto los brazos y la basílica de Asís a los líderes de todas las religiones se haya comportado tan duramente con algunos de sus hermanos obispos o sacerdotes cuando se han atrevido a discrepar mínimamente de sus opiniones?
Son aparentes contradicciones que se pueden entender si se conocen tanto los componentes nacionales y culturales de la personalidad del papa polaco, como la estrategia a largo plazo de las minorías que perdieron la batalla del Vaticano II -los protectores de Lafevre reforzados por los nuevos movimientos teóricamente laicos, sobre todo el Opus Dei- y que están aprovechándose de la compleja personalidad de este papa para desarrollar su plan de Restauración del antiguo régimen de cristiandad Nadie mejor que Giancarlo Zizola para hacer este complejo análisis global del reinado de Juan Pablo II. Periodista, historiador y teólogo, Zizola tiene esa difícil habilidad de manejar mucha y apasionante información, con una visión crítica y una gran capacidad para relacionar temas y para llegar a síntesis iluminadoras. Metodológicamente, para encuadrar su obra, elige el punto de observación del Cónclave, la hora de la verdad, cuando no vale ya el recurso a la autoridad superior o la consideración piadosa hacia un anciano. ¿Cómo ha quedado el mundo y la Iglesia tras el largo reinado de Wojtyla? El muro que separaba al bloque comunista de occidente se ha derrumbado. Se ha extendido formalmente la democracia pero el capitalismo financiero se ha hecho más global, el abismo entre países ricos y pobres más profundo y el choque entre civilizaciones más sangriento. En la Iglesia católica se han prodigado palabras y gestos de futuro, pero se ha instalado una contrarreforma que quiere retroceder a los tiempos anteriores al Concilio Vaticano II.
Entonces -tal vez dentro de muy poco- se reunirán en la Sixtina, bajo el Juicio Final de Miguel Ángel, todos los cardenales del mundo que aún no hayan cumplido los ochenta años. Esos hombres -y con ellos todos los católicos- se tendrán que hacer entonces preguntas trascendentales.

¿Cuáles son los problemas -verdaderas patatas calientes- que este papa deja a la Iglesia? El que dé un simple vistazo al índice del libro de Zizola se encontrará con todos ellos, ordenados y analizados. Unos ejemplos. El futuro del papado, tarea imposible tal como está diseñado en su estructura de poder absoluto, universal y estrictamente personal. La inaplazable inculturación del cristianismo en los diversos continentes: Asia, África, América Latina y occidente secularizado. El replanteamiento de todas las estrategias de la Iglesia en un mundo globalizado y en una sociedad de la información. En definitiva, la opción fundamental que guiará el futuro entre legitimar con el cristianismo el nuevo poder mundial a cambio de migajas de influencia en masas despersonalizadas, o dedicarse a formar personas con capacidad de juicio crítico y de resistencia ética.
En el libro de Zizola, sobre todo en los cuatro primeros capítulos, se reune mucha información sobre cómo se desarrollaron los cuatro cónclaves precedentes (1958, 1963 y dos en 1978), que él mismo narró en su día como uno de los vaticanistas más cualificados, y sobre cómo está previsto que a ser el próximo, con las nuevas normas canónicas para su regulación y la nueva correlación de fuerzas ¿Cómo se desarrollará esa reunión y qué coaliciones de tendencias y personas se prevén que puedan recoger suficientes votos para elegir al sucesor de Wojtyla?
Y dando por descontado que Juan Pablo Magno seguirá muy presente en el Cónclave -él lo adelanta en sus enigmáticos versos del Tríptico Romano en los que se dirige a los cardenales reunidos para elegir a su sucesor, casi en su totalidad hechos cardenales por él, asistentes por primera vez a un acto como ese- Zizola pone en relación la doble personalidad de Wojtyla (místico visionario por una parte y realista gobernante férreamente conservador por otra) con la decisión trascendental que tendrá que tomar el Cónclave: ¿optarán los grandes electores por las semillas proféticas de reforma que sembró en algunos gestos y discursos o por el peso conservador que atenazó y sectarizó a la Iglesia durante su reinado? Las previsiones van más bien por la segunda opción, pero en un cónclave nadie sabe con antelación cómo van a ir las cosas y cómo se van a formar las concentraciones de preferencias. Aunque señala muchos nombres posibles, Zizola insiste en que un vaticanista no es un vaticinista. La antigua colina del Vaticano estaba en la antigüedad poblada de cuevas con augures y sibilas a quienes acudían los nobles romanos para prever su futuro. Cuando se acerca la hora del un cónclave, Roma se vuelve a poblar de adivinadores que distribuyen sus vaticinios a los medios y librerías de todo el mundo. El libro de Zizola no hay que encasillarlo entre ellos. Es un libro de análisis profundo, de hipótesis interpretativas y de aclaración de las alternativas que presenta el futuro.

Antonio Duato

 

 

Las miradas sobre el Vaticano

 

El Pais "Babelia"

 

Sábado 19 de febrero de 2005
Juan Pablo II, su influencia en el mundo político, social y familiar, sus contradicciones, el horizonte que se vislumbra tras s u muerte y los entresijos en el seno de la Iglesia católica son analizados por el vaticanista Giancarlo Zizola.

 

 

 

 

El acercamiento al polaco Karol Wojtyla, de 84 ños, se hace desde las perspectivas de que es el primer Papa no italiano desde 1522 y de que ha sido el más viajero. Una biografía para comprender el pasado reciente de la Iglesia.
JUAN JOSÉ TAMAYO
Giancarlo Zizola (1936) es, junto con Juan Arias, uno de los mejores vaticanistas que, durante cuatro décadas, viene cubriendo la información sobre la Iglesia católica, y muy especialmente sobre el Vaticano, sobre la pequeña y la alta política vaticana. Información acompañada de sólidos análisis políticos y teológicos sobre la significación del catolicismo en medio de las profundas transformaciones históricas. Recuerdo todavía de mi época de estudiante de filosofía y de teología sus crónicas del Concilio Vaticano II (1962-1965), ejemplo de objetividad informativa, rigor expositivo y agudeza periodística. Biógrafo del papa Juan XXIII, no se queda en el tópico del "Papa bueno" o del "Papa sólo religioso", sino que vincula estas facetas con la actividad reformadora, más aún, revolucionaria, que desplegó durante su breve pero intenso pontificado (1958-1963). Dos libros dejan constancia de ello: La utopía del papa Juan (1973) y Juan XXIII. La fe y la política (1988).Es un profundo conocedor del primer Papa eslavo de la historia, Karl Wojtyla. A los seis años de su pontificado escribió La restauración del papaWojtyla (1985), donde hacía un análisis del principal ideólogo de la actual restauración, el cardenal Ratzinger, bajo el doble signo del pesimismo agustiniano y del espíritu maniqueo, y exponía las
 características peculiares del modelo polaco de restauración, experiencia periférica que encama un modelo de cristiandad considerado ejemplar y que Juan Pablo II convertía en paradigma para la Iglesia universal. La otra cara de Wojtyla es, en cierta medida, continuación de la obra escrita hace veinte años- Se abre con un prólogo a la edición castellana que titula "una Iglesia estática en un mar movido" y se sitúa de forma deliberada en el horizonte del próximo cónclave con la pretensión de intervenir en el debate sobre la elección del sucesor de Juan Pablo II. Los análisis de Zizola no se centran de manera prioritaria en los papables, aunque también se ocupa de ellos, sino en los problemas con los que tiene que enfrentarse la Iglesia católica tras uno de los pontificados más largos de la historia del cristianismo; como tampoco se polariza sobre la herencia de Wojtyla o los asuntos curiales, sino sobre el papel que la Iglesia haya de jugar en la sociedad, tras constatar que las certezas de la cristiandad no cuentan ya con la protección del pasado y que hay que vivir la fe a la intemperie, sin las condiciones de plausibilidad de antaño.n su acercamiento a Wojtyla, Zizola huye por igual del paradigma hagiográfico como de la aproximación crítica guiada por prejuicios, ya que ambas caen en la simplificación y en el inmedia-tismo político. Opera,

 

más bien, con una lectura hermenéutica del actual pontificado en una perspectiva de medio y largo plazo. Se pregunta por las contradicciones del actual pontificado y se acerca a la compleja figura de Juan Pablo II con sus luces y sus sombras. Emerge así el Papa del diálogo interreligioso, pero atrapado todavía en el paradigma exclusivista del "fuera de la Iglesia no hay salvación"; el primer Papa de la historia que ha pedido perdón más de cien veces por los errores cometidos por la Iglesia católica, pero hipotecado por el dogma de la infalibilidad aún no derogado; el Papa que ha rehabilitado a los "herejes" del pasado, pero ha condenado a cientos de teólogas y teólogos acusados de herejía y heterodoxia; el defensor de la inculturación del cristianismo, pero dependiente de las categorías teológicas grecorromanas; el crítico de la guerra y el defensor de la paz, pero atrapado en las discusiones sobre la "guerra justa"; el Papa que anunció una reforma de la Iglesia en la línea del Vaticano II en la carta Novo Millennio ineunte (2001), pero sin poner en práctica la descentralización, ni la colegí ali dad de los obispos en el gobierno de la Iglesia universal, ni la pobreza de la Iglesia; el Papa viajero, carismático, popular, pero defensor de una Iglesia casi en formación militar; el prototipo de papa como "hombre de Estado, diplomático, sabio, organizador de la vida colectiva", que Juan XXIII quiso evitar.
En su acercamiento a Wojtyla, Zizola huye por igual del paradigma hagiográfico como de la aproximación crítica guiada por prejuicios, ya que ambas caen en la simplificación y en el inmedia-tismo político. Opera, más bien, con una lectura hermenéutica del actual pontificado en una perspectiva de medio y largo plazo. Se pregunta por las contradicciones del actual pontificado y se acerca a la compleja figura de Juan Pablo II con sus luces y sus sombras. Creo que las sombras del pontificado como la uniformidad en el gobierno de la Iglesia católica, el rigorismo en la moral sexual, la oposición al sacerdocio de la mujer y al celibato opcional de los sacerdotes, el rechazo de la homosexualidad, la condena de la teología de la liberación y la contradicción que puede entrañar el uso sistemático de los medios de comunicación para condenar las nuevas esclavitudes de nuestro tiempo, se entienden mejor si se colocan en la perspectiva de la lucha personal e institucional de Wojtyla contra la modernidad. Cuenta Zizola que durante la celebración del sínodo sobre la familia, en 1980, el Papa perdió la paciencia mientras hablaba con los cardenales alemanes, a quienes les dijo: "Demasiados hablan de replantearse la ley del celibato eclesiástico. Hay que hacerles callar de una vez". También el cardenal José Bueno Monreal, arzobispo de Sevilla, osó dirigirse al Papa en estos términos: "Santidad, mi conciencia de obispo me impone hacerle presente que existen problemas como los del celibato, la escasez del clero y la cantidad de sacerdotes que siguen esperando la dispensa de Roma". La respuesta del Papa habría sido: "Y mi conciencia de Papa me impone echar a su eminencia de mi despacho". Días después Bueno Monreal sufrió un infarto y le rué aceptada la dimisión.
¿Qué Papa para el futuro?, se pregunta Zizola: "¿Un restaurador, un político, un clon fabricado en las probetas del Opus Dei y de los otros clanes de los wojtylia-nos?, ¿o un reformador y un profeta?". Constata la inte (nacionalización del colegio cardenalicio durante este pontificado, con una importante presencia del Tercer Mundo o de la Tercera Iglesia, pero dejando claro que el internacionalismo y el tercermundismo no son hoy prueba de reforma, ya que la mayoría de los cardenales ha sido elegida por Wojtyla. Hace un recorrido por algunos de los papables de las distintas tendencias eclesiales, recordando, eso sí, el certero adagio romano "quien entra Papa en el cónclave, sale cardenal". Las preferencias de los reformistas se inclinan por el cardenal Cario María Martini (1927), arzobispo dimisionario de Milán, y por el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga (1942), arzobispo de Tegucigalpa (Honduras) Ahora bien, el voto no puede ser sobre un nombre, afirma Zizola, sino sobre una teología, o mejor sobre otra teología, la teología de lo desechado, del silencio y de la impotencia de Dios, frente a la religión utilitaria, que recurre a Dios como cubreagujeros de los fracasos o límites del ser humano, y frente a la milagrería mágica.
Cuando este pontificado toca a su fin, habría que recordar lo que escribiera el filósofo trentino Antonio Rosmini en su carta a Ni-colo Tommasio, el 17 de octubre de 1932: "Precisamente cuando parece que la Iglesia se ha convertido en el arbitro de los destinos humanos, es cuando se ha vuelto impotente: es e! David sofocado bajo la armadura de Saúl, es el tiempo de su decadencia".