El deterioro imparable del medio natural es evidente. Del principal causante de los daños ambientales, el ser humano, tienen que venir las soluciones y parte de los medios jurídicos de los que dispone para regular sus relaciones privadas aplicados a la protección y defensa ambiental nos conducen a la prevención del daño como primera medida y, llegado el caso, a la cesación y reparación como vía disuasoria. Parte importante de ese deterioro tiene como causa el consumo, aunque es evidente que la vida humana se nutre y se sostiene con él. La abundancia en la elección de los consumidores no es intrínsecamente mala y de hecho, ha sido el impulso de una gran parte del adelanto humano. El problema no es el consumo en sí, sino sus pautas y efectos. A escala mundial, el 20% de los habitantes de los países con mayores ingresos hacen el 86% del total de los gastos en consumo privado, y el 20% más pobre, un 1,3%. Además de las desigualdades, el crecimiento desbocado del consumo humano en los últimos 50 años está sometiendo al medio ambiente a tensiones nunca vistas antes. Una serie de datos nos ponen de forma muy gráfica ante el problema: Desde 1950, la quema de combustibles fósiles se ha casi quintuplicado; el consumo de agua dulce se ha casi duplicado desde 1960; la captura marina se ha cuadruplicado y el consumo de madera, tanto para la industria como para los hogares es ahora un 40% superior a lo que era hace 25 años. Sin embargo, los recursos no renovables no son el peor problema. Hay otras dos vertientes que empujan a la humanidad hacia los denominados límites externos que el planeta Tierra puede tolerar. En primer lugar está la contaminación y el derroche que superan la capacidad de absorción y conversión del planeta. Puede que las reservas de combustibles fósiles no se estén agotando, pero el uso abusivo de esos combustibles está emitiendo gases que cambian el ecosistema; las emisiones anuales de dióxido de carbono se han cuadruplicado en los últimos 50 años produciendo un recalentamiento de la atmósfera de negativas consecuencias; los desechos tóxicos se acumulan en los países industrializados el triple de lo que había hace 20 años. En segundo lugar, el deterioro palpable de los recursos renovables como el agua, los suelos, los bosques, la diversidad biológica. Se produce también una paradoja: los consumidores dominantes del mundo se concentran de manera abrumadora en los países industrializados, pero el daño ambiental derivado del consumo mundial recae más severamente sobre los pobres. Un niño nacido en el mundo industrializado agrega más al consumo y a la contaminación a lo largo de su vida que entre 30 y 50 niños nacidos en países en desarrollo. ¿Y cuál es la pauta actual de consumo en relación con el grado de satisfacción humana? El porcentaje de estadounidenses que dicen estar felices llegó a su máximo en 1957, aunque el consumo se haya más que duplicado desde entonces. Luego, el consumo por si solo no produce ese grado de satisfacción llamado felicidad Por otra parte, la globalización está integrando los mercados de todo el mundo, no sólo los comerciales, de inversión y financieros sino también los mercados de consumo y abriendo oportunidades con una corriente constante de productos nuevos, pero crea, además, nuevas desigualdades y nuevos problemas para la protección de los derechos de los consumidores. La relación entre medio ambiente y comercio internacional es evidente y está compuesta, en principio por dos grandes elementos: La opinión pública y los actores no gubernamentales por un lado y los gobiernos y el proceso de negociación internacional por el otro. Pero también se ve influida de forma notable por la tecnología, la gestión económica y las decisiones de los consumidores. El vigente Plan de la Unión Europea de Acción sobre Política de los consumidores (1999-2001) señala que la política ejercida en favor de los consumidores desde la Dirección General XXIV se llevará a cabo de forma horizontal de forma que los elementos de protección de los consumidores se inserten en las demás políticas y actividades, con lo que la promoción de sus intereses se encuentra ahora en el núcleo de todas las demás políticas de la Unión Europea destinadas a mejorar el bienestar social y económico de los ciudadanos. Como contrapartida, la política de los consumidores deberá tener en cuenta también preocupaciones más generales en relación con el medio ambiente para garantizar medidas que promuevan pautas sostenibles de producción y consumo. Según establece el Programa de la ONU sobre Medio Ambiente (PNUMA): "En breve, el consumo deberá ser compartido, fortalecedor, socialmente responsable y sostenible" ¿Cuáles son las posibilidades que tienen los consumidores para conseguir tales objetivos? En primer lugar, las decisiones que tomen a la hora de realizar sus actos de consumo, pueden llevarse a efecto de forma propicia para el consumo sostenible, en el que tanto consumidores como productores tengan los incentivos y las opciones para avanzar hacia pautas de consumo que sean menos dañinas desde el punto de vista ambiental Algunos sectores sostienen que debería reducirse el ritmo del crecimiento y disminuir el consumo en los países industrializados. Pero el problema auténtico no es el crecimiento del consumo, sino sus efectos sobre el ser humano, el medio ambiente y la sociedad. Si las sociedades adoptan tecnologías que reduzcan los efectos ambientales del consumo, si las pautas varían hacía el consumo de bienes materiales respetuosos con el ambiente y hacia el consumo de servicios, el crecimiento puede propiciar el avance hacia la sostenibilidad en lugar de obstaculizarlo. El consumo sostenible hay que entenderlo como consumir hoy pensando en mañana, usando productos y servicios que cubran las necesidades básicas y aporten una mejor calidad de vida a los seres humanos, reduciendo a la vez el consumo de recursos naturales y materiales tóxicos, y disminuyendo las emisiones de desechos y contaminantes en todo el ciclo de vida del servicio o del producto. En este sentido, las asociaciones de consumidores tienen una importante labor que desempeñar, pues han demostrado ser una fuerza sumamente poderosa para defender los derechos del consumidor a escala mundial, contribuyendo a exigir normativa favorable a sus intereses, a excluir del mercado productos poco seguros, a fomentar una adecuada información en el etiquetado. Las opciones estratégicas de los países ricos en su carácter de consumidores dominantes del mundo serán definitivas para determinar el futuro. La defensa y conservación del medio ambiente necesita una generación de consumidores concienciados, solidarios, responsables e informados que pueden tener mucha influencia en esferas políticas, económicas y tecnológicas. El problema ambiental trasciende en muchos casos de las fronteras de los países para convertirse en un asunto trasnacional, por lo que debe ser asumido desde una perspectiva de cooperación internacional. La globalización del problema se percibe de forma mundializada en la reducción de la capa de ozono, en una biodiversidad amenazada, en el comercio de sustancias peligrosas y en el recalentamiento atmosférico. Ante el daño global, la víctima es el género humano y la biodiversidad, en definitiva, la vida misma. El Programa para la Acción Ambiental de la ONU (PNUMA) ya citado presenta para lograr estos fines cinco objetivos fundamentales: - Aumentar los niveles de consumo de más de mil millones de pobres (más de la cuarta parte de la humanidad) que han quedado excluidos de su expansión mundial y no pueden satisfacer sus necesidades básicas. - Avanzar hacia pautas de consumo más sostenibles que reduzcan el daño ambiental; mejoren la eficiencia del uso de los recursos y regeneren los recursos renovables como el agua, la madera, los suelos y los peces. - Proteger y fomentar el derecho de los consumidores a la información, a la seguridad de los productos y al acceso de los productos que realmente necesiten. - Desalentar pautas de consumo que tengan efectos negativos sobre la sociedad y que refuercen la desigualdad y la pobreza. - Lograr que se comparta de manera más equitativa la carga internacional de reducir y prevenir el daño ambiental y de reducir la pobreza a escala mundial. En segundo término, la formación, información y educación para lograr que de las decisiones del consumidor a la hora de realizar sus actos de consumo se derive una respuesta más saludable y responsable con la naturaleza y en ocasiones para su propia salud aunque sea en contra de su propia economía. Se necesita para ello un consumidor formado, organizado, responsable y solidario con el entorno que le rodea y con las generaciones futura que utilice con decisión el poder de su cartera para impulsar los intereses de la sociedad mundial. Estudios hechos en la Europa más desarrollada revelan que los consumidores de estos países están dispuestos a pagar precios superiores, desde un 5% hasta un 10%, por productos que sean más racionales con el entorno natural en su producción, gestión y eliminación. La protección de los derechos del consumidor y la del medio ambiente confluyen de forma directa, por lo que resulta sumamente conveniente la alianza entre asociaciones de consumidores y asociaciones ecologistas, ya que su unión podrá conseguir: 1. Desarrollos normativos exigibles tendentes a lograr ese consumo sostenible: Los grupos de consumidores ambientalmente responsables pueden ejercer presión a escala nacional e internacional en favor de reglamentaciones efectivas y exigir ser consultados a la hora de introducir tales medidas. Así, la organización Consumers International impulsó el acuerdo de Naciones Unidas de publicar periódicamente una lista consolidada de elementos químicos tóxicos cuyo consumo y/o venta ha sido prohibido, retirado, severamente restringido o no aprobado por los gobiernos. 2. Control del cumplimiento de la normativa, vigilando a las empresas y denunciando los posibles fallos en su aplicación. 3. Acción directa para fomentar cambios voluntarios en la conducta de los productores, presionando mediante denuncias ante los medios de comunicación las prácticas contrarias a la sostenibilidad. 4. Influir en los productores de forma indirecta cambiando la conducta del consumidor, promoviendo el "consumo verde" a través de campañas educativas públicas en torno a los problemas ambientales; usando el poder comprador de los consumidores para alentar a los productores a desarrollar productos favorables al medio ambiente. Para que tenga efecto, la elección del consumidor tiene que multiplicarse a gran escala y para que eso ocurra, la educación desde los poderes públicos y desde los medios de comunicación es vital. Los consumidores necesitan una información exacta e independiente, dependiendo del país donde estén ubicados y de las condiciones culturales y económicas de cada entorno económico y de desarrollo. En último lugar, los consumidores que decidan en sus actos de consumo la opción ambiental podrán realizar diversos cambios en sus conductas y muchas de ellas llevarán un plus incorporado que beneficiará de forma directa a su salud o a su economía o incluso a ambas a la vez. Esto sucedería: a) Tomando decisiones de ahorro de energía y de materias primas: cambiando hacia el uso prioritario de energías alternativas (solar, eólica); modificando sus hábitos, bien mediante la reducción del uso del vehículo particular a cambio de caminar, usar la bicicleta o el transporte público; consiguiendo un menor consumo de agua. (Cambiando el baño por la ducha) y de electricidad (apagado de luces innecesarias); Conseguir una menor producción de residuos no reciclables en el hogar, examinando que lo que compre que no esté excesivamente empaquetado; clasificando y reciclando los desechos, especialmente de vidrio, papel y envases. b) Adquiriendo productos que tengan un alto rendimiento; que sean duraderos, reciclables, reparables, que puedan volver a ser usados y que no sean ni tóxicos ni inseguros por tener un alto contenido químico contaminante. c) Eligiendo productos eco etiquetados, dando validez así a la discriminación positiva entre dos productos análogos en atención a la forma en que fueron producidos desde la cuna a la tumba (producción-consumo-desecho) d) Eligiendo productos consumibles sanos y seguros para la salud y para el medio ambiente, teniendo especial cuidado con la alimentación, ya que determinados alimentos son fuente de riesgos potenciales para la salud y para el ambiente. El consumidor debe conseguir que el mercado le ofrezca productos alimenticios ecológicamente elaborados que no contengan pesticidas, herbicidas, hormonas, ni organismos genéticamente modificados, aunque existe una peligrosa convergencia entre temas alimentarios y comerciales. Claro ejemplo se da recientemente en Europa en las tensas relaciones políticas y comerciales internacionales a raíz del caso de las llamadas "Vacas locas" inglesas (BSE). Como han puesto de relieve, el Grupo de Trabajo sobre Alimentos de Consumers International (CI) y de la Confederación de Consumidores de Europa (BEUC) que han analizado este desafío en una reunión celebrada en diciembre de 1998 sobre la interrelación entre los estándares fijados por el Codex Alimentarius, su papel en las negociaciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el aporte de los consumidores a la revisión de las barreras sanitarias y técnicas al comercio; en un mundo de pesticidas, alimentos genéticamente modificados, de hormonas de crecimiento para animales destinados al consumo humano, la defensa de los derechos individuales del consumidor a la seguridad, a la información y a la elección repercute mucho más allá del restaurante y de las tiendas y de los proveedores locales. A modo de conclusión: - El movimiento de los consumidores tiene un enorme poder y una gran responsabilidad: dirigir la economía global hacia una vía más sostenible. Estos esfuerzos se inician a medida que el movimiento empieza a combinar las medidas tradicionales de protección y defensa del consumidor con un sentido más amplio de los derechos y responsabilidades cívicas y medioambientales. - El cambio de los consumidores en sus patrones de compra pude influir para que los productores y el mercado reciban mejor el mensaje de la sostenibilidad. Si uno de los derechos de los consumidores como ciudadanos es el de tener un medio ambiente sano, ese derecho tiene como contrapartida la responsabilidad de conservarlo y proteger el medio ambiente, usando su considerable poder económico y político para producir los cambios necesarios para reorientar la sociedad hacia una dirección ambientalmente más responsable. - El principal cambio empieza por la modificación de los propios hábitos despilfarradores de energía, de materias primas y de desechos. - El consumidor debe pedir al mercado productos y servicios con menor impacto ambiental, de esta forma, favorecerá también a los fabricantes y empresarios que se esfuerzan para hacer compatible la calidad y el medio ambiente. - Los alimentos manipulados genéticamente están llegando a las cocinas y a los estómagos de los consumidores sin que haya podido demostrarse su inocuidad ambiental y sanitaria Debemos ser exigentes a la hora de lograr un etiquetado con una información muy clara al respecto.
Prof. Alicia de León Arce. Universidad de Oviedo
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