JUAN JOSE MILLÁS FRENTE AL ESPEJO

Tranquilo, pero nervioso. Despeinado, pero vestido para la ocasión. Ordenado , pero divergente en sus propias ideas. En ciertos momentos el titubeo se acentúa por la cabeza que se disparan un centenar de ideas por segundo, un MILLAr de nuevos y escabrosos viajes sin retorno a la realidad que le gustan a nuestro autor.
Sentado en medio de la esfinge de dos caras , muestra de la reivindicada dualidad -Miguel Catalán y Rafael Coloma- Juan José Millás espera el pistoletazo de preguntas, un tanto ausente , pero después de todo presente. Llega como preguntándose a sí mismo "qué hago yo aquí si no me siento ni valenciano ni madrileño en un ciclo sobre autores valencianos". Llega como otro cualquiera y espera en la puerta con el pelo "a lo Beethoven" y las formas del más atípico Woody Allen. Parece que el contar seco y preciso de su escritura incide en su presencia de ser, de estar en ese Momento.
Millás emigró de Valencia a los seis años, dejando atrás lo que él llama el Paraíso, para instalarse en Madrid hasta los días de hoy. Este desgarramiento infantil desemboca en la teoría de que se escribe para taponar esa herida que nunca se cierra, esa amputación nunca se olvida, se convive con ella hasta que nuestro autor descubre por donde sangra su herida, y pone como remedio su escritura.
Durante su adolescencia atormentada descubrió la lectura. La realidad terminaba al final de la calle donde vivía, así que se encaminó hacia el final, paradójicamente encontró allí una biblioteca, como hacía frío se metía allí, y un buen día -como alli sólo se podía hacer eso - empezó a leer, hasta convertirse en un lector enfermizo. Su primer libro fue " Cinco semanas en globo".
Y así se inició en el camino de lector ( concepto ligado al de escritor, que finalmente desemboca en la cura: la escritura ), dentro de un barrio duro, y en una época de carencia. Pero la tentación de escribir no nace hasta los 19 años, cuando empieza a hacer sus peripecias en la poesía con método, que le sirve como práctica de la prosa. A los 24 años escribe su primera novela, aún sin publicar.
Es con CERBERO SON LAS SOMBRAS, cuando animado por la buena crítica de Carmen Martín Gaite, presenta y gana el Premio Sésamo.
Con VISIÓN DEL AHOGADO presencia la muerte del experimentalismo, tan de boga en la época, mientras veía la televisión un verano a mediodía, ya que nuestro autor no echa la siesta en verano. Empieza así el fundamental motor de sus obras: la reflexión que mueve la zona argumental en sus creaciones.
LA SOLEDAD ERA ESTO es, quizás , su obra más biográfica. En la que se demuestra el regusto contaminador del psicoanálisis durante todo el siglo XX. En LA SOLEDAD ERA ESTO la protagonista, pierna sin depilar encerada en ristre, supera el análisis que le hace la tercera persona de la primera parte, y continúa ella misma el hilo argumental, en primera persona para demostrar que esta curada. Pero para saber de su existencia ha de contratar los servicios de un detective que la siga allá donde vaya y le informe de todo cuanto hace, para saber que aún está en el mundo de los vivos.
Para enero se prepara la versión cinematográfica de dicha novela.
Su última entrega novelística NO MIRES DEBAJO DE LA CAMA, nos narra como Elena Rincón lee una novela y llega un momento que cae dentro de ella. La dualidad del ser humano ejemplificada en un par de zapatos, pone las premisas de ese supra-realismo que caracteriza a Millás.

El periodismo le presiona para ocupar esos espacios vacíos que tanto le horrorizan. El periodismo entabla una complejidad, quizás más aparente, entre el lector y el que escribe. En sus artículos desmonta la realidad. Se encamina hacia calles fantasmagóricas para unir el dentro y el afuera, y nos devuelve lo que él entiende en forma de escritos miméticos y minimalistas que son el más arduo ejemplo de lo que pasa - o no pasa- en la sociedad actual, o cabría más bien decir, en la realidad actual.

Con el Premio Sésamo, el Premio Nadal, varios premios periodísticos a su espalda Juan José Millás pone en marcha su prótesis por excelencia, el coche, y sin poder cambiar de cuerpo y sabiendo , apenado, que no es hijo bastardo sino legítimo, nos lanza su obra -una metáfora de la prótesis- para que nos zambullamos sin reparo por dentro del aire acondicionado de nuestra oficina. La presencia del Otro, de ese hijo bastardo que no nace en una supuesta pareja de gemelos ,es el personaje inexistente en vida, pero vivido en la mente que más le interesa desde hace tiempo, pasto para su próxima o siguiente a la próxima novela. Y es que quién existe, existe porque alguien da cuenta de su existencia. Así son los personajes que se envuelven en una zona totalmente reflexiva, que se pretende que sea el motor del argumento, donde pululan los personajes que actúan y los que piensan, perfectamente diferenciados.

Es el filósofo, en boca de Heidegger, el que pone el mundo al revés, y es el escritor que padece el síndrome de Antón, son los dos, o tres o quizás los tantos Otros que se reúnen en Juan José Millás. Sin ninguna puerta a la espalda, eso le aterroriza; con la máscara de Hanníbal Lecter coronando su estantería; levantándose a las seis de la mañana para comprar la prensa; cambiando constantemente de forma de expresarse, le gusta estar ocioso en todo momento; y poniendo malas caras a la gente que no le cae bien para pasar desapercibido, o percibido en otro cuerpo, Juan José Millás tiene como último proyecto existencial llegar a los sesenta años siendo un reportero .

Mientras tanto nos recrearemos con la recopilación de sus artículos en CUERPO Y PRÓTESIS, y esperándolo cada viernes en su columna de El País, seguiremos psicoanalizándonos a ver si se puede seguir siendo tú, o el hermano bastardo que nunca nació, pero que tus padre -ojalá adoptivos- quieren más que a ti.

Parafraseando al propio Millás, la gasolina bajará cuando suba la competitividad, o algo así, o algo que ni siquiera se parece a esta realidad que nos es a veces tan rara, tan rara....


J.BERMÚDEZ
EQUIPO REDACCIÓN