La independencia de los magistrados

No existe independencia de los magistrados sin protección de la institución judicial frente al poder político. Es la condición primordial para la legitimidad de los magistrados. Pero, a menudo reducida a su relación externa con la política, la independencia sufre otras amenazas que pueden resultar igual de perjudiciales que la injerencia del poder. Los prejuicios y la vanidad, la pasión y los compromisos, el reconocimiento y los honores, el estrellato mediático y la fama efímera, las lealtades y las promesas, etc. son vínculos que pueden obstaculizar el juicio y manchar la imparcialidad de los magistrados. Por lo tanto, la independencia es tanto una cuestión de comportamiento como de virtud. Todo ello contribuye a una concepción ahora más cultural y quizás menos normativa del lugar que ocupa el magistrado en la sociedad.