Con ánimo inquebrantable y entusiasmo "acorazado" inicia y prosigue este "viajante en escuelas" su periplo por el mundo escolar catalán. Sin duda que Luís Bello tiene motivos para hacer nueva y pública profesión de fe en su tarea como develador de la situación por la que atraviesa la escuela española, auténtica lacra donde anida "el problema capital de España". Quizá fuera lo que pudieron sugerir algunos de los muchos calificativos que se le dieron ("Don Quijote de la Escuela", "peregrino del ideal", "caballero errante", "Misionero laico", "San Luís Bello"...) "que a buen seguro le fueron otorgados como elogio a su labor" lo que le empuja en noviembre de 1925 a reafirmar la necesidad de continuar con sus artículos sobre escuelas. ¿Que el tema no es nuevo? ¿Que antes que él ya lo habían señalado otros tal vez más capaces, como admite el mismo Bello, o con más poder para cambiar las cosas por razón de su cargo? Quizá. Pero es la convicción de haber "llegado a tocar un tema vivo, humano, demasiado humano", es la seguridad de que con sus sueltos sobre escuelas puede ayudar, como dijera Luís Araquistáin en Homenaje necesario, "a deshacer entuertos de abandono y a desencantar la princesa que es el alma de cada niño, en muchas partes cautiva de los hechiceros de la ignorancia", es esta creencia la que acoraza su entusiasmo "a prueba de bomba". Los niños, los maestros, el estado de las escuelas "clásica trilogía regeneracionista que explícitamente recoge en su Prólogo a Viaje por las escuelas de España e implícitamente aborda en cada una de sus crónicas" así se lo demandan: "Demuéstrenme "escribe" que en el corral de la escuela parleña no he visto un chiquero, un albañal y un calabozo, y pasaré a otro asunto. Prueben que no son encerraderos, que no albergan en invierno tres veces más niños de los que buenamente caben: que la enseñanza es holgada, razonable y moderna, los locales sanos, tanto que los maestros viven y trabajan en ellos orgullosos y satisfechos"... Que le demuestren esto y promete no volverse a meter "en coto vedado". Pero Bello sabe "que los hechos tienen otro cantar" que obstaculiza la creación de un pueblo culto, que impide la reforma del hombre y la liberación del ciudadano, que obstruye la hechura de una nación moderna y la transformación de las instituciones, que entorpece, en fin, la creación de una conciencia nacional propiciadora de la libertad y la felicidad individual y colectiva: "Yo considero la escuela como un instrumento de trabajo, como un arma en manos de un pueblo que lucha por su propia cultura (...) Se trata nada menos que de construir una nación". Esta convicción origina y confirma en Bello su compromiso con la regeneración del pueblo y con la transformación social y, para lograrlo, deposita, como regeneracionista, una fe enorme en el poder de la escuela. Y es ese mismo Luís Bello, más que pintor y notario de la realidad, más que cronista y "descubridor de la España real", es el Bello "adelantado de la escuela" e intelectual comprometido, el que vuelve a surgir en este Viaje por las escuelas de Cataluña que introduce con su habitual maestría Agustín Escolano.
Pero, al mismo tiempo, en estos artículos emerge otro Bello, no personalmente distinto, sino el Bello cuyas crónicas han sido captadas y capturadas en y por dos momentos sociopolíticos diferentes: 1925-26 en plena dictadura del general Primo y 1930-31, cuando Ortega anuncia su "Delenda est Monarchia" y la República es ya algo más que una esperanza. Es el "Viaje en dos tiempos" del que advierte el autor del estudio introductorio, que "marcan también los cambios de sensibilidad que se suscitan con la evolución del clima político". Si, por una parte, la distinta coyuntura política propicia la presencia de ese "otro" Bello cuyas crónicas, como advierte Escolano, adquieren en 1930-31 un tono más social y radical, por otra parte, Cataluña y "su diferencia" permiten la presencia de crónicas menos grises, en menor medida coloreadas con el cansancio y la melancolía que se perciben en las escritas sobre las escuelas de Andalucía o de Castilla, de Asturias o de Galicia, reflejo, tal vez, de gentes y tierras también cansadas y melancólicas, resignadas a la miseria de su vida, acostumbradas a sufrir la postergación de sus gobernantes y sumisas a la inevitabilidad de su destino. Quien haya leído Viaje por las escuelas de Andalucía, por citar la anterior entrega de las realizadas por Agustín Escolano sobre los Viajes de Bello, y lea ahora esta última que presentamos, notará la ausencia en ésta de figuras presentes en aquélla, como las de los "enseñaores", la del "maestro-ciruela" o la del "perrillero"; tampoco encontrará en los Viajes por las escuelas catalanas el "carrito entoldado" donde, según la descripción de Azorín, iba sentado Luís Bello en su visita a algún pueblo castellano. Tampoco se tropezará el lector en aquellos Viajes "a excepción de los realizados por las escuelas de Madrid" con los remansos que, entre tanto atraso escolar, descubre Bello en las Escuelas del Bosque del Montjuic Barcelonés, ni el "respiro en la Escuela del Mar", ni los imponentes Grupos escolares "Baixeras" o "La Farigola", escuelas donde ha entrado la innovación y la modernidad educativa de la mano de maestros tan escasamente pródigos en otras tierras recorridas por el albense como Llorençs Jou y Olió, Rosa Sensat, Martí Alpera o Pere Vergés, signos todos éstos de la esperanza y del optimismo que Cataluña depositó en el potencial transformador de la educación. Sobran argumentos; el mismo Bello admite que "no da Cataluña esos resúmenes trágicos de Andalucía y la Mancha".
Además de anotar y explicar lo diferencial, el famoso periodista e intelectual castellano viaja por estas tierras describiendo, explicando e interpretando como avezado sociólogo lo común... ¿Lo común? ¿Qué es lo común que anota Bello? Pues lo que comparte Cataluña con otras geografías, aquello a que se refiere cuando habla de que "los hechos tienen otro cantar" y que hace que Luís Bello anote que en esto, en los rasgos fundamentales de lo escolar, no se ha producido una diferencia significativa aunque Cataluña no registre los mencionados "resúmenes trágicos" de otras tierras. El periodista de El Sol ha visto en Cataluña miserias escolares que también observara en Castilla y en Andalucía, en Extremadura y Galicia. Aquí y allí la escuela "apenas existe, aplastada por la venerada tradición", aquí y allí las villas ricas y las ciudades modernas han sido "captadas por las congregaciones" permaneciendo al margen "la escuela pública, escuela para pobres"; en una y otra geografía está presente la discontinuidad en la asistencia escolar y el carácter todavía no del todo gratuito de la escuela pública. Cataluña también ofrece materia para el aguafuerte del cronista, aunque, como en otros momentos, se utilice para que la crítica burle la censura primorriverista. Así se ve en la clásica trilogía maestro-niño-escuela. El maestro, "alma en pena", también aparece sometido al Municipio y en competencia inútil, por ser tan desiguales sus armas, con los colegios de los Escolapios o de las terciarias carmelitas; el niño desfila a veces ante los ojos del periodista sufriendo la vigencia de los tradicionales y vejatorios métodos disciplinarios; y las escuelas… Bello las encuentra en un viejo castillo; en un piso; en una bodega; en una tienda; en un caserón-almacén, en planta baja, "de cuya puerta salía ese rumor inconfundible de la pajarera escolar, con ventanales altos que sólo descubren el cielo; en lo que fuera capilla "alta, de bóveda inmensa, fría, llena de resonancias", donde "los chicos parecen más chicos y el maestro habrá de trabajar mucho para ordenarlos y para hacerse oír"; en un rincón de un Monasterio, "especie de antro o sótano, lóbrego y ruin", "especie de cárcel", tanto que "es doloroso comprender cómo fue ofrecido y cómo fue aceptado" ese emplazamiento para escuela; escuelas sin ventilación adecuada, sin agua ni patio, escuelas también destartaladas y, por supuesto, escasas: una de niños y otra de niñas para 3000 habitantes en Seo de Urgell que, sin embargo, cuenta con 93 curas, lo mismo que en Cervera, con 5000 habitantes, donde un maestro y una maestra educan a unos cien niños en sendas escuelas, mientras que la ciudad cuenta con doce Iglesias con sus doce capillas y sus seis Comunidades religiosas" Seo de Urgell y Cervera son dos de los "enclaves levíticos", como Llivia y Encamp, donde se describe enorme el peso de la tradición e inmensa la resistencia que ofrecen a la modernización, donde los signos externos (los colegios religiosos) son tan esplendorosos y visibles que ya los quisiera Bello para la "escuelita española" de Llivia que "hay que buscarla bien" para hallarla a la postre en uno cualquiera de los lugares señalados" Luís Bello, ligado por tantas cosas a Cataluña "a la que representó en el Parlamento, una de cuyas Comisiones, la del Estatuto de Cataluña, presidió" a donde acudía, recuerda Agustín Escolano, "cada vez que quiere tomar el pulso a la marcha que sigue el país en su camino hacia la modernidad", logra en sus crónicas transmitir el hecho diferencial catalán, no sólo en lo que tiene de particularidad notoria, como su cultura y su lengua, sino también en lo que sólo se percibe cuando se quiere ver, se respeta y se aprecia: el seny catalán, que ayuda a esclarecer tantas cosas, también en el ámbito de la educación, permitiéndole explicar muchos de esos rasgos diferenciales.
Sorprendente Bello en este Viaje por las escuelas de Cataluña donde, sin dejar de mostrar el talante y finalidad regeneracionista de otros Viajes, sin embargo parece entregarse más a lo que más parece ofrecerle Cataluña, o, mejor, Barcelona, ese otro epicentro, junto a Madrid, de la política y la cultura española. En este Viaje aflora de manera especial el Bello intelectual que establece puentes entre Castilla y Cataluña, el intelectual atraído por la política catalana, tan oferente de novedades y de modernidad. La fuerza, la influencia, el carácter "capdavanter" de Cataluña, está vivamente presente en las crónicas de este viajero por tierras catalanas. Las cuestiones de la lengua, del nacionalismo y el europeísmo, de la polarización Madrid-Barcelona, del nacionalismo catalán y español, de la descentralización, del acercamiento a lo catalán como elemento integrante de la concordia hispánica "que en Bello deja de ser una "pose" para mostrarse como resultado de una convicción personal" y tantos otros temas de gran atractivo para el político, figuran en las crónicas de Bello, quizá, simplemente, porque son cuestiones que interesan más incluso que la escuela como el mismo periodista escribe: "la cuestión de la escuela no interesará, pero la del idioma en la escuela despierta pasiones que es preciso recibir con alegría". Pero además, la política que sigue el Ayuntamiento de Barcelona y la Mancomunidad, le proporciona a Bello la muestra de que es posible la sintonía que propugna entre la acción de las diferentes instancias públicas. Y así Bello da cuenta de la acción cultural de la Mancomunidad y del Patronato Municipal de Barcelona como instrumentos incentivadores del hecho cultural diferencial propiciador de "otra política" educativa y cultural. Luís Bello, como intelectual y político nada próximo a la Dictadura de Primo de Rivera, valora especialmente el protagonismo local en la organización de la cultura, y ello no sólo por mor de un generoso convencimiento o por su potencial complemento a la política del Estado, sino también como un modo de lucha contra la Dictadura que persiguió la catalanidad en sus muchas manifestaciones, incluida la cultural.
Esto remite a una cualidad de Bello presente en sus Viajes en la que es necesario insistir: su función como intelectual implicado en la política y productor de valores espirituales, un compromiso al que atiende sin ignorar lo que acontece en la calle, contradiciendo así la pública petición hecha a fines de 1931 por Felipe Santiuste en sus Palabras a la novísima generación. Como intelectual Bello se acerca al pueblo y recoge sus aspiraciones que en sus Viajes son, sobre todo, anhelos de educación y cultura, aunque también se deslizan por sus crónicas sueños y afanes de una vida más digna como seres humanos y como personas emancipadas de la siempre interesada tutela del cacique ya fuera laico o religioso. Y en este sentido, Luís Bello, encasillado a menudo como un miembro menor de la generación del 98 "aunque como cree José Esteban su producción literaria se corresponde más con la generación del 14" cumple con lo que su jefe de filas, Manuel Azaña, exigía en ¡Todavía el 98! en su crítica a esa generación: demoler lo caduco y pensar en lo necesario teniendo por guía una verdadera acción política que, en el tema que nos ocupa, pasaba necesariamente no sólo por pedir más y mejores escuelas "su ideal de "Cal y Canto"" sino, sobre todo, por reclamar que su dirección pase al poder público, único modo de no proponer "remedios políticamente neutros" cuya nulidad favorecía el mantenimiento de la situación que aborrecía y que urgía cambiar. Y la acción política, para Azaña, pasaba por dos exigencias: dar una orientación colectiva a la política, algo que sólo puede hacer un pueblo organizado del que España carecía "lo que remite a la hechura de la democracia", y transfigurar las instituciones, transformar y ganar el Estado para recuperar el poder, para regenerarlo y, así, con él regenerar, europeizar y modernizar la nación. La lectura de las crónicas de Bello nos remite a esta aspiración de construir una nación europea y una democracia moderna a través de la escuela, una democracia donde todos, con independencia de su condición, lleguen a alcanzar y ejercer la ciudadanía, a ser "ciudadanos electores" y ese pueblo organizado que pedía Azaña. Quien se acerque a la lectura de las crónicas de este Viaje por las escuelas de Cataluña, se apercibirá pronto de una de las constantes en Luís Bello: su toma de partido por lo público, por la escuela pública, por la iniciativa del Estado, pero de un Estado responsable, no centralista, que acompañe y deje espacio vital a las instituciones que conforman la sociedad civil, como la acción local o municipal cuya iniciativa en favor de la escuela estimula Bello que quisiera un protagonismo compartido con el Estado no sólo para subsidiar las carencias y tardanzas de éste sino también para evitar la disociación de la sociedad y el lastre que supone una escuela pública precaria para el progreso, para la configuración de la ciudadanía y de la nación.
Naturalmente, no se agotan en lo comentado las muchas informaciones, las ricas sugerencias y el cuantioso caudal de imágenes que el aficionado y el historiador de la educación encontrarán en estas crónicas de Luís Bello y en el sustancioso estudio del Profesor Escolano. Por éste y aquéllas desfilan noticias del mundo escolar de Lérida, Barcelona, Gerona y Andorra, de sus gentes y sus problemas, de la política educativa y cultural, de la renovación pedagógica catalana", datos e informaciones impagables para la historia de la educación del Principado que manifiestan valiosísimos registros de una memoria escolar que no dejan indiferente al historiador de la educación española.
Estas y otras ideas las hallará el lector ampliamente recogidas en las crónicas de Luís Bello y mejor expuestas y analizadas en la edición y estudio introductorio que hace Agustín Escolano a este Viaje por las escuelas de Cataluña cuya publicación tiene en sí misma un valor intrínseco si consideramos que, a diferencia de los otros Viajes, permanecía aún en las páginas de El Sol. Con esta cuarta entrega "fue la primera Viaje por las escuelas de Castilla y León, la segunda Viaje por las escuelas de Madrid, y la tercera Viaje por las escuelas de Andalucía" a cargo de la editorial valenciana Tirant Lo Blanc (cuyo interés por los temas educativos en general e histórico-educativos en particular, así como su buen oficio editor es de agradecer), completa por el momento Agustín Escolano el encuentro que nos propone con esta parte de la historia de la escuela, con esa riquísima cartografía escolar de Bello que, además, se beneficia de un bellísimo registro iconográfico.
Reitero aquí lo que en otra ocasión escribí con motivo del Viaje por las escuelas de Andalucía aludido: que estamos ante un impresionante trabajo de etnología escolar, escrito con esmero y rigor, que estamos ante una seria y necesaria recuperación de los lugares y las representaciones de la memoria, ante un ejemplo de la importancia que supone rescatar el recuerdo como parte de nuestra memoria colectiva, de nuestra identidad; que estamos, en fin, ante la memoria de la escuela.
JUAN MANUEL FERNÁNDEZ SORIA
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