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1ª Edición / 342 págs. / Rústica / Castellano / Libro
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Material de soporte a la docencia (tablas, gráficos y figuras por capítulos) Las enormes disparidades en la renta por habitante entre países han fascinado desde hace siglos a los economistas. Aunque no contamos con una comprensión rigurosa de sus causas que permita, por ejemplo, ampliar el número de países desarrollados, la perspectiva histórica permite comprender por qué unas economías han tenido éxito en ese intento y otras no. Con un lenguaje claro y asequible esta historia de la economia presenta una perspectiva de largo plazo de su evolución destacando las transformaciones que han consolidado un reducido grupo de países con un nivel de bienestar material mucho más elevado que los demás. Pretende no sólo ayudar a comprender cómo han llegado a su posición actual sino entender mejor las transformaciones que lo han hecho posible en tiempos, como los actuales, dominados por el cambio. Su objetivo más inmediato es ser un texto de base para la docencia de las asignaturas de Historia Económica en la enseñanza universitaria en este comienzo del siglo XXI. Pero su contenido aporta información y análisis de interés para todos aquellos que aspiran a comprender mejor las raíces de la situación económica actual del mundo. En el año 2012 Noruega contaba con una renta bruta media de 48.688 dólares en paridad de capacidad de compra y ocupaba el primer lugar entre el conjunto de los países del mundo por el nivel de bienestar económico de sus habitantes. En el extremo opuesto, algunas economías del continente africano con los 319 dólares de la República Democrática del Congo en la última posición de los casi doscientos países considerados por Naciones Unidas para la elaboración de su Informe sobre el Desarrollo Humano 2013. Desde la perspectiva del cociente entre producto y población, el indicador más utilizado para medir el bienestar material de una sociedad, la situación media de los cinco millones de noruegos multiplicaba por 152 la de los 65 millones de habitantes del país africano. Entre ambos extremos, se sitúan el conjunto de países en donde residen los más de 7.000 millones de habitantes del planeta. Entre ellos son una mayoría abrumadora los que lo hacen en países de baja renta per cápita, con más de 1.000 millones de seres humanos viviendo en la pobreza extrema (menos del equivalente a la capacidad de compra de 1,25 $ diario). No es el caso de España por más que los problemas para asegurar el bienestar tengan una relevancia no discutible. Con 25.947 dólares en paridad de capacidad de compra el país ocupaba en 2012 un lugar destacado dentro de los avanzados aunque su posición esté alejada de los que encabezan la lista. Pero está mucho más próximo a ellos que a la mayoría de los que la integran. La enorme disparidad en los productos por habitante que se acaba de enunciar no es nueva. De hecho, el número de personas que viven en la pobreza extrema así definida ha venido reduciéndose desde finales de siglo XX. Por tanto, en el pasado las diferencias han sido probablemente incluso mayores. No es el caso de la desigualdad dentro de las sociedades avanzadas, otro indicador importante para evaluar el bienestar, que ha aumentado sustancialmente en la mayor parte de ellas durante esta misma etapa. Ante esta desigualdad no puede sorprender que durante al menos los dos últimos siglos, economistas e historiadores se hayan interesado por conocer las razones que la explican; por desentrañar por qué unas economías crecen más que otras; por comprender qué factores son responsables de las espectaculares desigualdades en los niveles de renta entre unos países y otros, o entre individuos dentro de un mismo país.