Agonizar en Salamanca : Unamuno , Julio-Diciembre de 1936

Agonizar en Salamanca : Unamuno , Julio-Diciembre de 1936
Recomendar a un amigo Añadir a mis libros
En papel:
Entrega en 5-7 días
19,00 € 18,05 € (Descuento -5.0%)
El artículo no está disponible en esta web pero puede encontrarlo en nuestra Librería Ir a la librería
Consultar disponibilidad en tiendas


La sublevación fascista de julio de 1936 convirtió en un infierno la ciudad de Salamanca, donde residía Miguel de Unamuno. Cuando se cumplen setenta años de la muerte del autor de niebla y del sentimiento trágico de la vida, rescatamos este libro «emocionante» (Patxo Unzueta, «El País») que se centra en los últimos meses de su vida, los que van desde julio hasta diciembre de aquel fatídico año. egido recrea no sólo una ciudad estremecida por los horrores cotidianos, sino también el particular vía crucis de Unamuno y sus contradicciones íntimas en el inicio de la guerra. En efecto, al principio, Unamuno se había alineado en las filas de los nacionales y el gobierno republicano lo destituyó de su cargo de rector vitalicio de la universidad. Poco después, el gobierno de los sublevados, al frente del cual no tardaría en erigirse el general Franco, lo nombró de nuevo rector. Pero la ferocidad de la represión en la retaguardia, los fusilamientos masivos y las venganzas personales provocaron que aquel anciano enfermo, derrotado y trágicamente aislado se rebelara el 12 de octubre contra las autoridades y proclamara, en su discurso con motivo del Día de la Raza, una célebre y valiente denuncia («Venceréis, pero no convenceréis») ante Millán Astray, fundador de la Legión, en el paraninfo de la universidad salmantina. El día 31 de diciembre de 1936 cayó en jueves y en Salamanca nevó. Por la tarde, poco antes del prematuro crepúsculo invernal, hacia las cinco de la tarde, murió un hombre viejo, que, a pesar de ser un tiempo de muchos muertos diarios, tuvo una muerte singular, como correspondía a la fama de su nombre y al acontecer de su vida. Porque aquel muerto, entre los cientos de muertos que aquel año murieron en la ciudad y entre los miles de muertos que aquel año murieron en el país, no era un muerto más; era un muerto que, después de una niñez anormalmente anclada en la dependencia materno-filial y traumatizada por el narcisismo y la envidia, se había pasado la vida, horrorizado por la nada, temiendo a la muerte y ansiosamente prendido de la idea de la inmortalidad. Los que le vieron en su lecho de cadáver recordarían intrigados la placidez de su rostro, como si sus músculos faciales se hubieran distendido finalmente ante la inminencia de la nada; a todos les sorprendería aquella inesperada serenidad después de una existencia atormentada y menesterosa, recomido de inaccesibles satisfacciones espirituales. Como si ya fuera inútil la encrespada violencia de su máscara, su voluntad de expresión se había relajado, en el último momento, y los huesos de la cara mantenían únicamente el armazón de una inerte memoria familiar, la vacía inanidad de una cosa.

Introducir comentario
Últimos libros visitados
Libros escritos por
Si no se cargan automáticamente los resultados, pulse aqui para cargar