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Este libro trata de asesinatos comunes. No de aquellos cometidos por motivos políticos y obrados primero por maquis (tanto rurales como urbanos), y luego por las diversas organizaciones ultraizquierdista o separatistas. Tampoco de aquellos cometidos por las fuerzas de orden público contra dichos opositores, maquis y terroristas, que los hubo en elevado número. Hablamos de asesinatos muchos de ellos perpetrados en el curso de robos o atracos en un país dominado, en sus primeros tiempos, por la miseria, donde la necesidad empujaba a los más humildes a robar. Asesinatos perpetrados, ya años más tarde, en el marco del boom turístico, de la llegada masiva de extranjeros a España, de la mayor apertura a Europa. Lógicamente, el tratamiento policial y judicial de estos asesinatos fue variando con el tiempo. En los primeros años, prácticamente todos esos delitos que incluían la muerte de alguna persona quedaron en manos de la justicia militar, retomando una tradición que la II República había intentado erradicar. Aunque se hubieran cometido por motivos personales o en el curso de un simple robo. Si había sangre de por medio, como iremos viendo, los militares juzgaban y castigaban severamente. Los hacían a través de unos consejos de guerra a los que estaban ya muy acostumbrados, pues eran años en los que los derrotados en la guerra iban pasando en gran número por este tipo de tribunales. Consejos sin garantías, rápidos, expeditivos, sin posibilidad de apelación. Con el tiempo las cosas fueron cambiando. La justicia militar fue quedando más reducida a actos considerados de bandidaje o terrorismo, aunque seguía siendo igual de expeditiva. Los tribunales civiles fueron haciéndose cargo de sumarios sobre delitos de sangre, y la pena de muerte para estos casos se fue limitando.De todo ello se habla aquí, ejemplificándolo con más de setenta crímenes, algunos de ellos nunca tratados en los ensayos publicados sobre el tema.