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1ª Edición / 295 págs. / Rústica / Castellano / Libro
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Estos no son años fáciles para el tratamiento educativo de los menores antisociales. España sufre una profunda transformación demográfica, y nuevas formas de crimen alarman a los ciudadanos. Algunos de los delitos que han saltado a las páginas de los periódicos y las portadas de los telediarios han sido ciertamente espantosos, y han tenido a delincuentes juveniles como sus autores. De pronto, la sociedad española parece que ha descubierto que los jóvenes pueden ser responsables de delitos muy graves, y ha urgido a sus políticos a que impongan "la ley y el orden". En verdad nada tenemos contra la idea de que el delito grave sea castigado con severidad. Lo que queremos afirmar, sin embargo, es que la dureza por sí sola no es una buena estrategia de política criminal. Y más aún, que esa dureza cuando se convierte en la columna vertebral del sistema de justicia juvenil tiene dos claras perversiones. En primer lugar, manda el mensaje a la sociedad y ?lo que es peor? a los educadores de los menores de que en realidad no es importante llevar a cabo programas de tratamiento riguroso, ya que lo prioritario es que los jóvenes "aprendan la lección". En segundo lugar, afirma la falacia de que un programa de intervención, por su naturaleza, implica "ser blandos" con los chicos.