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El papel de Pío XII durante los convulsos años de la Segunda Guerra Mundial ha sido siempre fuente de controversia. Antes de que la fumata blanca anunciara su papado, en 1939, Eugenio Pacelli había sido un feroz crítico del nacionalcionalismo y un decidido defensor de la igualdad racial; pero, como por arte de magia, a los pocos meses de ser nombrado sumo pontífice sus críticas al Tercer Reich desaparecieron. Sólo su primera encíclica durante la guerra mencionó directamente a los judíos por su nombre y, tras ésta, mantuvo una posición pusilánime frente a Hitler que ha sido enormemente criticada. Mark Riebling, con un amplio respaldo de documentos recientemente desclasificados, asegura en su libro que todo este inexplicable silencio formaba parte de un plan del propio Pío XII para matar al führer. "El último día durante la guerra que Pío dijo públicamente la palabra ?judío'' es, de hecho, el primer día en que podemos documentar su decisión de ayudar a acabar con Adolf Hitler".