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1ª Edición / 318 págs. / Rústica / Castellano / Libro
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En el panorama de la realidad actual frente a un conglomerado de gente que, en ocasiones, parece valiosa solo como voto o como estadística, Fernanda Llergo Bay nos presenta la figura de Juan Vázquez de Mella y Fanjul (1861-1928): jurista enamorado de la filosofía política, navarro, converso, orador extraordinario y tenaz portavoz de la hispanidad. Su pensamiento plasmado en lo que nombró «sociedalismo» es faro que apunta a un momento puntual de España, pero sobre todo que permite destacar cómo, dentro del marco histórico y sociopolítico, la doctrina católica sienta las bases de un orden jerárquico que tiene su origen en la naturaleza de la criatura humana, y en la persona singularísima como eje universal de la armonía y justicia sociales comprometidas.
Su reflexión resulta original y atractiva porque, a contracorriente con quienes entonces y ahora señalan a la Revolución Francesa como punto referente de los derechos humanos, el juicio de Vázquez de Mella la concebía como el parteaguas que escindió al hombre, lastimándolo con la herida mortal de quien no reconoce el vínculo ni con su Creador ni, en consecuencia, con su hermano. Creía firmemente que, partir de este movimiento francés surgió, social y políticamente, la adhesión a una mentalidad individualista, coronada por derechos humanos solitarios, de ciudadanos libres, sin vínculos esenciales o relaciones profundas; habitantes de sociedades inmaduras, donde la identidad común y nacional se diluye a golpe de transitorias corrientes políticas partidistas o de ideologías en el poder. Su inquietud le conducía a afirmar que, gracias a esta concepción, atrás parecían quedar la tradición que, para él, no es más que el verdadero progreso con raíces y la fe común que dan arraigo a la persona, la familia, las instituciones, el territorio? la patria.
El interesante escrito de Llergo Bay nos hace presente y actual a un siglo de distancia el pensamiento de Vázquez de Mella: «Como todos los buenos políticos [?] es un posibilista con principios, no es un mero posibilista oportunista, ni un mero defensor de principios, es decir, un ideólogo. Ofrece principios aplicables, según lugares y épocas. [?] La lectura de Mella nos lleva como los mejores filósofos a pensar y hacer filosofía por cuenta propia».