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Las instituciones bancarias se cuentan hoy entre los coleccionistas de arte más significativos de nuestro tiempo. Este coleccionismo asume la coexistencia de varios gustos individuales y cambiantes. Estas colecciones se inician con los testimonios inmediatos de los que las fundaron y dirigieron a lo largo de su historia, que se une a la misma condición bancaria. Proceden de la voluntad de su consejo de administración con una intención decorativa para buscar una mayor dignidad y calidad de sus sedes. Durante la segunda mitad del siglo XX, algunas de estas instituciones iniciaron la labor pionera de comprar arte con intención de formar una colección. Estas iniciativas estuvieron ligadas a determinadas personalidades, como ocurrió con Manuel Arburúa de la Miyar en el Banco Exterior de España y Juan Lladó Sánchez-Blanco en el Banco Urquijo. Dotaron a sus sedes centrales y regionales de grandes obras de arte en un momento en que el estado, la sociedad y los medios de comunicación vivían al margen de la creación artística. Este mecenazgo se incrementó a partir de 1977, con motivo de la liberalización del sistema fnanciero español, al poder operar los bancos sin restricciones a lo largo y ancho de la geografia española. Entre 1973 y 1983 se triplicó el número de oficinas bancarias. Fue un momento en que urgía decorarlas. A lo largo de este trabajo apreciamos cómo las colecciones de arte de estas instituciones bancarias no sólo han contribuido a incrementar y preservar el patrimonio artístico de nuestro país, también actuaron en calidad de mecenas de muchos artistas.