¿ Puede un Darwinista ser Cristiano ?


Autor/es: Michael Ruse
¿ Puede un Darwinista ser Cristiano ?
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¿Puede alguien que acepta la teoría darwinista de la selección natural suscribir a su vez las afirmaciones básicas del cristianismo? Esta es la pregunta que se lanza en estas páginas al centro del debate existente sobre la relación entre ciencia y religión y, en particular, entre esa forma de biología evolucionista llamada darwinismo y los principios básicos de la fe cristiana. En un momento en el que los continuos avances de la ciencia en materia de biología y neurología ponen inevitablemente en tela de juicio los dogmas religiosos y dan lugar a obras tan polémicas como The God delusion, de Richard Dawkins (de próxima aparición en España bajo el título El espejismo de Dios ) esta obra de Michael Ruse nos ofrece una alternativa conciliadora. Con una perspectiva equilibrada sobre el tema mediante la cual realiza un serio análisis en el que, además de abordar figuras destacadas como el anteriormente mencionado Richard Dawkins y Stephen Jay Gould ??por la parte de la ciencia?? o Arthur Peacocke y Robert J. Russell ??por la parte de la religión??, sopesa en detalle las afirmaciones del neocreacionismo y revela algunos paralelismos sorprendentes entre los materialistas darwinianos y los pensadores tradicionales como san Agustín. Escrita con un estilo dinámico libre de tecnicismos, esta obra resulta accesible tanto a lectores especializados como al público general que busca una guía sensata y con fundamento a un debate candente. Reseñas de prensa: «El libro de Michael Ruse es una increíble aportación a la bibliografía sobre este tema. Sorprende por lo arriesgado de su tesis. En lugar de apoyar el acomodaticio punto de vista de Gould según el cual religión y ciencia están claramente diferenciadas pero son complementarias, Ruse, un filósofo e historiador de la ciencia, sostiene que existe al menos una forma de ciencia (el darwinismo) y una forma de religión (el cristianismo) que se reafirman la una a la otra.» Jerry Coyne, London Review of Books «Mediante un razonamiento intenso y continuado sobre una serie de temas ??el origen de la vida, el alma, el diseño inteligente, los milagros, el dolor, la ética, el darwinismo social, etc.?? [Ruse] se las arregla para arrojar luz sobre la complejidad de las cuestiones, a la vez que sugiere cómo pueden conciliarse puntos de vista diferentes. La comprensión, la claridad de exposición, la imparcialidad y el tono desenfadado con que Ruse trata el asunto lo convierten en un ejercicio verdaderamente estimulante.» John Habgood, Times Literary Supplement Autor de muchos libros sobre Darwin y la biología evolucionista, Michael Ruse es Lucyle T. Werkmeist Professor de Filosofía en la universidad de Florida en la que dirige el programa de Historia y Filosofía de la Ciencia. Ha participado activamente en debates con creacionistas y fue un testigo experto para la Unión de Libertades Civiles Norteamericanas en el juicio creacionista de Arkansas en 1981 en el que habló sobre las cuestiones de la filosofía de la evolución en oposición al creacionismo. ¿PUEDE UN DARWINISTA SER CRISTIANO? La relación entre Ciencia y Religión Traducción de EULALIA P??REZ SEDE??O y EDUARDO DE BUSTOS MICHAEL RUSE ??ndice PREFACIO................................................................................................ IX PR??LOGO................................................................................................ 1 CAP??TULO 1: EL DARWINISMO........................................................... 15 CAP??TULO 2: EL CRISTIANISMO......................................................... 39 CAP??TULO 3: LOS OR??GENES.............................................................. 59 CAP??TULO 4: LOS SERES HUMANOS................................................... 81 CAP??TULO 5: EL NATURALISMO......................................................... 111 CAP??TULO 6: EL DISE??O .................................................................... 131 CAP??TULO 7: EL DOLOR..................................................................... 153 CAP??TULO 8: LOS EXTRATERRESTRES............................................... 169 CAP??TULO 9: LA ??TICA CRISTIANA.................................................... 187 CAP??TULO 10: EL DARWINISMO SOCIAL.............................................. 203 CAP??TULO 11: LA SOCIOBIOLOG??A...................................................... 223 CAP??TULO 12: LA LIBERTAD Y EL DETERMINISMO............................. 247 EP??LOGO ................................................................................................. 263 BIBLIOGRAF??A........................................................................................ 267 ??NDICE ANAL??TICO ................................................................................. 285 PR??LOGO «Me gustaría preguntarle al Profesor Huxley, que está sentado a mi lado y que casi me hace pedazos cuando me he sentado, con respecto a su creencia en que desciende de un mono. ¿De dónde procede su ascendencia del mono, por parte de su abuelo o de su abuela?».Y, luego, adoptando un tono más serio, afirmó, en una perorata solemne, que las ideas de Darwin eran contrarias a lo revelado por Dios en las Escrituras. El Profesor Huxley no deseaba responder, pero se le exigió y habló con su usual mordacidad y con cierto desprecio: «Estoy aquí sólo por el interés de la ciencia», dijo «y no he oído nada que pueda perjudicar el caso de mi augusto cliente». Luego, después de mostrar que el Obispo era poco competente para entrar en la discusión, se refirió a la cuestión de la Creación. «Usted dice que la evolución expulsa al Creador; y afirma que Dios le hizo: y, sin embargo, sabe que ustedmismo fue originalmente un pequeño trozo demateria, nomayor que el final de este plumín de oro». Finalmente, con respecto a que descendemos delmono dijo: «Nome daría ninguna vergüenza proceder de tal origen; pero sí que me sentiría avergonzado de proceder de alguien que prostituyera los bienes de la cultura y la elocuencia al servicio del prejuicio y la falsedad» (Huxley, 1900, 1, pp. 200-201). Emocionante. SamuelWilberforce, obispo deOxford,miembro de la Cámara de los Lores, líder de la Iglesia de Inglaterra, se enfrenta a ThomasHenryHuxley, que en un tiempo fuera estudiante y luego cirujano naval, ahoramorfólogo y paleontólogo y catedrático en la Escuela deMinas de Londres,un lugar cuyo rango educativo con respecto a Oxford podría equipararse al estatus del Ejército de Salvación con respecto a la Iglesia Anglicana. El defensor de la religión y autoridad de la Biblia, el líder del movimiento de la «Alta Iglesia», acepta el desafío del defensor de la ciencia, el «perro de presa», que habla a favor de la nueva teoría de la evolución orgánica. ¡Y el portavoz de la tradición y del poder termina sangrando bien y de verdad por la nariz! Todavía recuerdo cómo mi profesor de historia??un buen racionalista a la vieja usanza??nos mantenía embelesados con su reconstrucción de la gran batalla. Los zalameros trucos episcopales en el debate parecían mero relumbrón e ilusión ante la fría y dura lógica del íntegro hombre de ciencia.No resulta sorprendente que la lucha entre Wilberforce y Huxley, en la reunión anual de la British Association for the Advancement of Science en Oxford, en 1860, un año después de que Charles Darwin hubiera publicado El origen de las especies, se haya convertido en una leyenda.En la historia de la ciencia sólo la igualan Arquímedes sentado en su baño y el viejo Galileo arrodillado, retractándose de su copernicanismo mientras susurraba de manera desafiante: ¡Y, sin embargo, se mueve!». Ese choque público entre los titanes de la Iglesia y la Ciencia justo en la cúspide de la era victoriana es una gran historia. Pero, también hay historias en el siglo que acaba de terminar.Vayamos un poco adelante, a los añosmil novecientos veinte y crucemos elAtlántico hasta el tribunal de justicia de Dayton, en Tennessee. Es un día caluroso, de hecho lo es tanto que el juez ha sacado a todo el mundo fuera: el defendido John Thomas Scopes, un maestro de la escuela local acusado de enseñar la teoría evolucionista deDarwin violando la ley del Estado; el fiscal y autoproclamado testigo experto en la Biblia,William Jennings Bryan, orador cautivador y tres veces candidato presidencial; y Clarence Darrow, abogado defensor mortalmente eficaz y agnóstico destacado. Darrow cogió la Biblia y comenzó a leer: «??Yel SeñorDios dijo a la serpiente, Porque tú has causado esto, tu arte maldijo todo el ganado y toda bestia del campo; sobre tu vientre te arrastrarás y comerás polvo todos los días de tu vida??. ¿Piensa que por eso la serpiente se ve obligada a arrastrarse sobre su vientre?». «Lo creo.» «¿Tiene idea de cómo andaba la serpiente hasta entonces?» «No señor.» «¿No sabe si andaba o no sobre su cola?» «No señor, no tengo modo de saberlo.» Hubo una risotada general de la multitud. De repente, se alzó la voz de Bryan, chillando, histérica: «El único propósito del señor Darrow es injuriar la Biblia?? quiero que el mundo sepa que este hombre, que no cree en Dios, está tratando de utilizar un tribunal de Tennessee». 2 MICHAEL RUSE «Objeto su afirmación.» Darrow afirmó despectivo: «Estoy examinándole de las locas ideas que tiene y que ningún cristiano inteligente cree en esta tierra». El Juez Raulston puso fin a la controversia levantando la sesión. Esa noche, por lo menos, llovió (Settle, 1972, pp. 108-109). Una historia maravillosa y, ligeramente modificada, una maravillosa película: Inherit theWind*.El personaje deDarrow (interpretado por Spencer Tracy) derrota a la figura de Bryan (interpretada por FrederickMarch), pero semuestra tolerante y comprensivo cuando, solo en la sala del tribunal de justicia, coge la Biblia y la obra de Darwin ymete ambos libros en la cartera.Es cierto que Scopes fue declarado culpable y se le puso una multa de 100 dólares, aunque de hecho se anuló por una cuestión técnica cuando apeló. También es cierto que la ley de Tennessee sobre los libros semantuvo durante cuarenta años más. Pero la evolución había triunfado y el cristianismo había perdido. Gracias fundamentalmente a los vitriólicos y divertidos reportajes de H. L. Mencken en el Baltimore Sun, el mundo se rió de Tennessee y de sus anticuadas creencias: «sinsentidos degradados que predicadores patanes introducen a la fuerza ymartillean en cerebros palurdos» (Ginger, 1958, p. 129). Un tercer y último apunte. En 1957, durante lo más crudo de la guerra fría, los rusos lograron un aplastante triunfo tecnológico cuando pusieron en órbita un satélite denominado sputnik.Más que por lo que era en realidad, el logro ruso tenía importancia por lo que se percibía que era. Sobre todo, fue un triunfo propagandista.Volviendo a cuando yo iba a la escuela, puedo recordar cuando los rusos describieron su segundo satélite diciendo que era tan grande que igualaba en tamaño a ese compendio del éxito y la opulencia americanos, el cadillac.Tratando desesperadamente de recuperar terreno,América invirtió muchísimo dinero en ciencia y tecnología. Ese esfuerzo incluía la educación científica, que produjo una serie de libros de texto maravillosos, cuyos representantes en biología estaban llenos de dis- PR??LOGO 3 * Dirigida en 1960 por Stanley Kramer se estrenó en España con el título Herederos del viento [N de los T]. cusiones detalladas y entusiastas de la evolución y sus causas. Inmediatamente, los cristianos conservadores se pusieron enmarcha, oponiéndose a la evolución y promoviendo una alternativa conocida como «ciencia creacionista», algo sospechosamente parecido a los primeros capítulos del Génesis, tomados de forma completamente literal. Y así, finalmente, en el estado de Arkansas, en 1981, hubo otro juicio, en el que la Unión de Libertades Civiles Norteamericanas??esa organización dispuesta a defender la integridad y la autoridad de la Constitución de los Estados Unidos??se querelló contra una nueva ley que insistía en la enseñanza conjunta de la ciencia creacionista y de la evolución. Entre los testigos expertos por parte de los demandantes había un profesor de Canadá. P:Dr.Ruse, después de haber examinado la bibliografía creacionista en profundidad, ¿tiene una opinión profesional sobre si la ciencia creacionista alcanza las normas y características de la ciencia que usted ha estado describiendo? R: Sí, la tengo. En mi opinión la ciencia creacionista no tiene las cualidades que distinguen a la ciencia de otras empresas. P: ¿Podría explicar, por favor, por qué piensa eso? R: Lo más importante, la ciencia creacionista se ocupa necesariamente de los actos sobrenaturales de un Creador. Según la teoría de la ciencia creacionista, el Creador ha intervenido de forma sobrenatural utilizando fuerzas sobrenaturales. P: ¿Piensa que la ciencia creacionista es contrastable? R: La ciencia creacionista ni es contrastable ni es hipotética. De hecho, una propiedad de la ciencia creacionista que la distingue muy claramente de la ciencia es que está absolutamente segura de todas sus respuestas. Y, considerando la magnitud de las cuestiones que plantea ??los orígenes del ser humano, la vida, la Tierra y el universo?? esa certeza es lo más revelador. Sea cual fuere la evidencia en contra, la ciencia creacionista nunca acepta que su teoría esté falsada. Eso es simplemente lo opuesto a la provisionalidad y convierte en una burla la contrastación. P: ¿Considera que la ciencia creacionista está a la altura de las consideraciones metodológicas de la ciencia? R: La ciencia creacionista es lamentablemente insuficiente en este aspecto. Lo que es más deplorable, he encontrado innumerables casos de declarada deshonestidad,engaño y distorsión usados para apoyar los argumentos de la ciencia creacionista. P: Dr. Ruse, ¿tiene una opinión, en un grado razonable de certeza profesional, acerca de si la ciencia creacionista es ciencia? 4 MICHAEL RUSE R: Sí. P: ¿Cuál es su opinión? R: En mi opinión, la ciencia creacionista no es ciencia. P: ¿Qué cree usted que es? R:Como persona también instruida en filosofía de la religión, enmi opinión, la ciencia creacionista es religión (Ruse, 1988a, pp. 304-306). ¡Terrorífico testimonio! La modestia no debe impedirme ponerme en la cola:ThomasHenryHuxley,ClarenceDarrow y, luego,Michael Ruse. Poco importa que el juicio fuera definitivamente favorable a la evolución, arrojando la ciencia creacionista fuera de los tribunales y de las aulas con el entusiasmo y la efectividad de un matón de discoteca. Ya se acabó la oposición religiosa a la evolución. ¡Tres fallos y estás fuera! Ojalá la vida coincidiera con la leyenda a veces. Siento tener que decirles que ??probablemente como sucede en el caso de Arquímedes y Galileo?? ninguna de las tres historias que les acabo de contar es cierta. Por lo menos (pues no quiero aparecer como un mentiroso antes de comenzar), ninguna de las historias constituye el triunfo de la luz sobre la oscuridad que sería la interpretación popular. Consideremos la contienda entreWilberforce y Huxley. Para comenzar, no es cierto que hubiera la tensión dramática y la completa oposición que transmite el pasaje citado al comienzo de este Prólogo ??un pasaje, por cierto tomado de Life and Letters (Vida y Cartas) de Huxley, que fueron recopiladas por un hijo devoto??. Informes de la época sugieren que todo el mundo se divirtió enormemente y que se fueron a cenar todos juntos,alegremente,al terminar.Fue luego cuando la reunión se convirtió en la lucha final por el alma de la ciencia, por la persecución desinteresada de la verdad sin que importara a qué coste y cuál fuera la oposición de intereses creados (Lucas, 1979; Jensen, 1991). Y como sucede con todas las leyendas, desde Abraham a la princesa Diana, existe una razón por la que tomó esa forma y aura, y no otra. La segunda mitad del siglo diecinueve, en Gran Bretaña y en otras partes (Alemania y América, en concreto) era la época en que la clase media educada estaba adquiriendo para sí un lugar pleno y reconocido en la nueva sociedad, una sociedad industrializada que estaba reemplazando a la rural y casi feudal del pasado.Querían un cuerpo de funcionarios del Estado basado en el mérito y no en privi- PR??LOGO 5 legios;querían una reforma similar en las profesiones y las fuerzas armadas; querían educación para todos desde los primeros años y querían que fuera laica, que no fuera esclava ya de la iglesia establecida; querían que se respetara la ciencia y áreas relacionadas como la medicina; y querían tener la oportunidad de hacer una carrera en su vida, sin que fuera necesario tener ingresos por herencia o un patrono rico. Querían??Querían todas estas cosas y más aún y estaban listos para luchar duramente para conseguir sus objetivos (Ruse, 1996a).No resulta sorprendente que buscaran y encontraran sus propios mitos y leyendas.Al igual que la historia deMoisés que conduce a su pueblo fuera de Egipto había mantenido unidas e inspiradas a generaciones de judíos, del mismo modo que la historia de Drake y la Armada Española ha llenado de orgullo a miles de británicos frente a las hordas católicas del continente, contar la destrucción por parte de Huxley del pomposo prelado ha apartado a muchos escolares brillantes de las letras para introducirlos en una vida de ciencia. El Juicio delMono de Scopes ha tomado proporciones no menos míticas:El propio nombre, «Juicio delMono de Scopes», ya debe alertar. Y, una vez más, cuando indagamos en los auténticos detalles, comienza a parecer menos seguro su estatuto icónico como choque entre la ciencia y la religión, entre la evolución y el cristianismo.Para comenzar, parece sumamente probable que los buenos ciudadanos de Dayton, Tennessee, promovieran el juicio, no porque se sintieran horrorizados por la evolución ??en realidad no les importaba mucho??, sino porque pensaron que la publicidad sería buena para los negocios. El propio Scopes era un profesor querido y respetado que admitió ponerse en la línea de fuego y ser procesado, aunque existen ciertas dudas acerca de si en realidad enseñaba la evolución en clase. Aunque el juez no les permitió testificar ante el tribunal, había cuatro clérigos ordenados, listos para hablar a favor de Scopes, entre los cuales estaba Shailer Mathews, Decano de la Facultad de Teología de la Universidad de Chicago.William Jennings Bryan era anómalo, no sólo por estar preparado para actuar como testigo experto a la vez que consejero legal de la acusación, sino también por su rechazo abierto de las interpretaciones literales de la Biblia.Dijo humorísticamente que consideraba que estaba en la Piedra de las Edades en vez de en la edad de piedra, pero nunca se adhirió a una lectura rí- 6 MICHAEL RUSE gida del Génesis. ¿Y H. L. Mencken? Bueno, él era un periodista y su trabajo consistía en contar buenas historias y vender periódicos (para más detalles, véase Larson, 1977; Numbers, 1998). Por último,Arkansas a comienzos de la década de mil novecientos ochenta.Era un estado que comenzaba a despertar del sueño del Sur, pero sólo a intervalos. El nuevo, joven y enérgico gobernador, Bill Clinton, se había extralimitado y había sido expulsado del puesto después de un trimestre tan sólo. Escarmentado y contrito, Clinton lograría volver a su puesto dos años después, pero el interregno fue ocupado por un hombre cuya elección causó una sorpresa tal, sólo igualada por lo inadecuado que era para el cargo.El proyecto de ley que insistía en la enseñanza de la ciencia creacionista en los cursos de biología de las escuelas estatales fue aprobado un viernes después de comer, trasmenos de treintaminutos de debate y ratificado como ley por la firma del gobernador, quien no parece que se diera cuenta en absoluto de lo que significaba. Las auténticas fuerzas del poder del Estado, representadas por la Joven Cámara de Comercio, se quedaron horrorizadas.Habían estado invocando al Cielo y la Tierra para hacer que la industria invirtiera en Arkansas y construyera fábricas ??por lo general dedicadas a construir o montar productos de alta tecnología como chips de ordenador??. En su intento de atraer algunos jóvenes ingenieros electrónicos brillantes, graduados del MIT *, de modo que abandonaran el área de Boston y se instalaran con esposa y familia en Little Rock, lo último que necesitaban era una ley que asegurara que a sus hijos se les iba a enseñar el creacionismo en la clase de ciencias. Cogerían a su familia y su inteligencia y se irían más al oeste, a un estado comoArizona, cuyos cristianos evangélicos suscribían una hipocresía decente y provechosa que separaba cuidadosamente la fe de los negocios. Si las autoridades de Arkansas tenían sentimientos encontrados con respecto a su ley, lo mismo sucedía con la ACLU** cuando la ata- PR??LOGO 7 * Instituto Tecnológico de Massachusetts, uno de los más prestigiosos en la materia [N de los T]. ** American Civil Liberties Union (Unión de Libertades Civiles Norteamericanas) [N de los T]. caba: o si no tenían sentimientos encontrados, ciertamente no eran puros.La ley violaba la separación entre Iglesia y Estado consagrada en la Constitución de los Estados Unidos. No hay duda alguna al respecto. Pero el entusiasmo de la ACLU al atacar la ley excedía los hechos legales.La asociación acababa de tener éxito en un enfrentamiento violento ??completamente adecuado y honorable, debo subrayar?? cuando se había sentido obligada a defender el derecho de los nazis norteamericanos a desfilar por Skokie, un barrio de Chicago predominantemente judío. La ACLU había ganado y los nazis habían desfilado. Pero, aunque como norma los judíos son de los más fuertes partidarios de la ACLU ??saben muy bien lo que sucede cuando se viola una Constitución y se pervierten sus leyes?? en este punto, en todo el sentido de la palabra, estaba demasiado cerca de casa.Las contribuciones a la ACLU habían caído a plomo y sus finanzas eran simplemente horribles. Por tanto, la organización necesitaba desesperadamente un caso que llamara la atención, en el que se pudiera ver que estaba haciendo algo bueno, en beneficio de una causa y de una forma con la que pudieran simpatizar sus partidarios tradicionales. Una ley que supuestamente promovía los intereses de los fanáticos cristianos conservadores, en un estado sureño percibido como atrasado, era, por así decir,maná procedente del cielo (Gilkey, 1985; Ruse, 1988a). Al referir el trasfondo de estos famosos choques entre la evolución darwinista y el cristianismo, no intento sugerir simplemente que no haya auténticos puntos de conflicto entre la ciencia biológica y la religiónmás popular deOccidente.Cualquiera que haya investigado históricamente alguna vez sabe muy bien que raras veces los motivos de las personas son los que aparecen en la superficie y que nunca son meras cuestiones de lógica y razón. Pero no quiero sensibilizarles ??o hacerles precavidos?? con emocionantes historias sobre la oposición entre el cristianismo y el evolucionismo.En cuestiones intelectuales, al igual que en el mundo del comercio, ¡caveat emptor! Por lo menos hay que ser consciente de que ha habido muchos entusiastas de la evolución, de la evolución darwinista, que han sido cristianos sinceros. Puede que estén equivocados, y quienes piensan que inevitablemente debe haber, y siempre habrá, guerra entre la ciencia y la religión puede que estén en lo cierto, pero ha habido evo- 8 MICHAEL RUSE lucionistas cristianos ya desde la época de Darwin y exigen nuestro respeto, si no acuerdo. Además, no hay que pensar que estas personas fueran apologetas, que trataban desesperadamente de unir su ciencia y su religión, evitando cualquier intento de integrarlas de verdad. Han sido felices y sinceros con respecto a su cristianismo y su darwinismo, viéndolos como un reflejo de una totalidad unida. Uno de los primeros hombres que hablaron públicamente a favor del darwinismo no sólo era cristiano, sino clérigo anglicano. El Reverendo Baden Powell, Savillian Professor de Geometría en la Universidad de Oxford (y padre del futuro fundador del movimiento scout) escribió, incluso cuando Huxley debatía con Wilberforce, sobre el «magistral volumen del Sr.Darwin sobre El Origen de las Especies mediante la ley de ??selección natural?? ??que ahora sustancia sobre bases innegables elmismo principio tan largamente denunciado por los primeros naturalistas??, el origen de nuevas especies debido a causas naturales: una obra que pronto debe producir una completa revolución de la opinión a favor del gran principio de las capacidades autoevolutivas de la naturaleza» (Powell, 1860, p. 139). Otros se unieron a las opiniones expresadas por Baden Powell: a un lado delAtlántico, el Reverendo Charles Kingsley, catedrático de historia moderna de la Universidad de Cambridge, que debatió controvertidamente con JohnHenry Newman, y autor de TheWater Babies (Los niños del agua) (Kingsley, 1895); en el otro lado delAtlántico, el principal portavoz del darwinismo en Norteamérica, el catedrático de botánica de la Universidad de Harvard y ardiente cristiano evangélico, Asa Gray (1860). Tampoco la gente reaccionó y se emocionó demanera simple.Pensaron cuidadosamente en las implicaciones del darwinismo para la fe cristiana. Una de las personas más atractivas e incisivas de las que abrazaron a la vez el darwinismo y el cristianismo fue el teólogo oxoniense anglocatólicoAubreyMoore.Demanera explícita consideraba que la ciencia ??en especial la ciencia de Darwin sobre los orígenes orgánicos??era algo que traía a colación a Dios íntima y constantemente, en todos los momentos y lugares. «El darwinismo apareció y, bajo la forma de un enemigo, hizo el trabajo de un amigo» (Moore, 1890, p. 73).Muestra que, o bienDios está en todas partes,o en ninguna. «Debemos volver francamente a la idea cristiana del agente divino, la inmanencia del poder divino de un ex- PR??LOGO 9 tremo a otro, la creencia en un Dios en el que todas las cosas tienen su ser, no sólo nosotros, o debemos desterrarlo» (p. 74). No creo, sin embargo, que fueran las únicas personas que se acercaban a las relaciones entre ciencia y religión desde el lado de la religión las que estaban prestas a integrarlas y armonizarlas. Cerca de la cúspide de cualquier lista de los «diezmayores evolucionistas desde Darwin» estarán el estadístico inglésRonald Fisher, autor de TheGenetical Theory of Natural Selection (La teoría genética de la selección natural) (1930) y el americano, nacido en Rusia, Theodosius Dobzhansky, autor de Genetics and theOrigins of Species (La genética y el origen de las especies), publicado en 1937.Ambos eran ardientes cristianos, Fisher en la Iglesia de Inglaterra desde su niñez yDobzhansky en la Iglesia Ortodoxa Rusa de su niñez, aunque posteriormente se pasó a una femás universalista.Escuchemos primero un sermón que Fisher dio en su colegio en un servicio de la tarde del domingo: Para el hombre religioso tradicional, la novedad esencial que introduce la teoría de la evolución de la vida orgánica es que la creación no se terminó hace un montón de tiempo, sino que aún sigue, en medio de su increíble duración. En el lenguaje del Génesis estamos viviendo en el sexto día, probablemente al comienzo de lamañana y el artista divino aún no se ha separado de su obra y ha declarado que es «muy buena».Quizás sólo pueda suceder eso cuando la propia imagen imperfecta de Dios se haya hecho más competente paramanejar los asuntos del planeta que están bajo su control (Fisher, 1947, p. 1001). La evolución no ha terminado todavía y, aparentemente, la tarea que Dios nos ha encomendado es vigilar que no se eche a perder descuidando ciegamente las severas leyes de la naturaleza. Oigamos ahora cómo Dobzhansky mezcla igualmente ciencia y fe, en una carta a un eminente historiador de la ciencia que es, también, cristiano practicante: No veo cómo escapar a la idea de que Dios actúa no sólo en rachas de intervencionesmilagrosas, sino en todos los acontecimientos importantes e insignificantes, espectaculares y ordinarios?? En la evolución, algunos organismos progresaron ymejoraron y siguieron vivos, otros fracasaron y se extinguieron.Algunas adaptaciones son mejores que otras??para los organismos que las poseen??; son mejores para sobrevivir que para morir: Sí, la 10 MICHAEL RUSE vida es valor y éxito, la muerte carece de valor y constituye un fracaso.Así, algunos cambios evolutivos son mejores que otros. Sí, la vida trata de prevalecer y producir más vida (Greene y Ruse, 1996, p. 463). Pero, me dirán ¡basta ya del pasado! ¿Qué sucede con las creencias de la gente de hoy? ¿Es cierto que hoy en día la ciencia y la religión se han separado realmente y que, aunque alguna vez tuvieran una relación, según nos adentramos en el nuevo milenio, se ha producido un divorcio real y efectivo entre el cristianismo y el darwinismo? A la postre, y por usar un término muy en uso, deben ser inconmensurables. Como mucho, si se acepta el darwinismo, hay que rechazar el cristianismo y a la inversa. Los dos sistemas de creencias son contradictorios. Bien,una cosa que no puedo negar es que hay quienes piensan que eso es así.El polemistamás espléndido hoy en día que está a favor del darwinismo puro y sin adulterar es el biólogo oxoniense del comportamiento socialRichardDawkins.También es un hombre que se toma en serio su ateísmo, tanto que, en contraste, el gran filósofo escocés del siglo XVIII, David Hume (que fuera descrito memorablemente como «elmayor regalo deDios a los infieles»),parecemoderado.Dawkins se burla de quienes llegan a un compromiso o tratan a la oposición con respeto diciendo que «cuando se enfrentan con las religiones establecidas una cobarde flojera del intelecto aflige a personas que en otras ocasiones son racionales» (Dawkins, 1997b, p. 397). Según él, ni se pide ni se da cuartel. No llegará a ningún compromiso. «Un universo que tuviera una presencia sobrenatural sería fundamental y cualitativamente diferente de otro que no la tuviera» (p. 399). Se está con Dawkins o contra él. Una cuestión en la que se está de pleno acuerdo con los del otro lado.Fueran los que fueren los éxitos o fracasos en Arkansas, hoy hay todavía una oposición activa a las afirmaciones naturalistas sobre los orígenes orgánicos. Si Thomas Henry Huxley era el perro de presa de Darwin, a Phillip Johnson, profesor de derecho y miembro de la Universidad de Berkeley, se le podría haber llamado el terrier del creacionismo. Se esfuerza en hostigar el evolucionismo, tratando de asir y mordisquear sus tobillos, considerando que sus gruñidos y golpes son invitaciones amistosas para combatir luego. Johnson es tan directo como Dawkins: «Los PR??LOGO 11 compromisos improvisados entre lo sobrenatural en la religión y lo natural en ciencia pueden satisfacer a los individuos,pero tienen poco valor en el mundo intelectual porque se considera que es una acomodación forzada de líneas de pensamiento en conflicto» (Johnson, 1995, p. 212). Johnson no es un mediador.Es un abogado para quien el acuerdo significa la capitulación abyecta de la oposición. En su libro, cualquier compromiso es «un arreglo provisional». Pero no todo el mundo piensa de esa manera. Hay muchos que argumentan demanera apasionada que la ciencia y la religión, el darwinismo y el cristianismo, pueden coexistir en armonía. Stephen Jay Gould,un paleontólogo famoso por sus populares escritos, comoDawkins, considera que no hay conflicto entre la evolución y la religión. Educado como judío laico, se describe como agnóstico, pero siempre me ha parecido que está más cerca de Dios que muchos creyentes convencionales.Almenos desde que apareció conmigo como uno de los testigos expertos de la ACLU enArkansas,Gould ha argumentado repetidas veces y de forma vehemente que la ciencia y la religión no pueden chocar (si se entienden de la manera adecuada). «La falta de conflicto entre la ciencia y la religión procede de la falta de solapamiento entre sus respectivos dominios de pericia profesional; la ciencia en la constitución empírica del universo y la religión en la búsqueda de valores éticos apropiados y del significado espiritual de nuestras vidas» (Gould, 1997b, p. 18).Muchas personas que llegan a la ciencia desde el lado de la religión tienen estemismo sentido de unidad y armonía. KeithWard,Regius Professor de Teología enOxford, no sólo habla de la selección natural como una «teoría simple y sumamente fructífera», sino que llega a afirmar que «hay muchas razones para pensar que una explicación evolucionista y la creencia religiosa en una fuerza creativa directriz no sólo son compatibles sino mutuamente reforzadoras» (Ward, 1996, p. 63). Por lo menos, se puede estar de acuerdo conmigo en que nos hallamos ante un vivo debate, que tiene polemistas a lo largo de todo el espectro.No voy a resolver todo en este libro, pero creo que estas cuestiones son importantes e interesantes, que incumben a personas inteligentes y serias y supongo que, puesto que han leído hasta aquí, están de acuerdo conmigo.Mi experiencia como profesor y estudioso ??y como evolucionista, podría decir??es que cuando discrepan per- 12 MICHAEL RUSE sonas inteligentes, lo mejor es tratar de ir a las raíces y aclarar las cosas básicas todo lo que se pueda. No hay que ignorar nada, ni dar nada por sentado.Esto es especialmente importante cuando nos ocupamos, como aquí, de cuestiones que abarcan varios campos distintos de indagación intelectual: la biología, la teología, la filosofía y, probablemente, la historia, sólo para comenzar. Así pues, para ver si podemos avanzar en la cuestión quemi título define ??¿puede un darwinista ser cristiano??? comenzaré yendo a lo básico, tratando primero de exponer lo que considero caracterizaciones bastante usuales y generalmente aceptables de lo que es ser darwinista y ser cristiano. Luego, pasaré a considerar en qué medida son comparables y distintos,dónde encontramos los puntos de acuerdo y de tensión e incluso de franco desacuerdo. Hago hincapié en que no pretendo establecer si es razonable ser darwinista o ser cristiano. He dicho mucho sobre esas cuestiones en otras partes y seguro que no soy el único. Por ahora, dejo a un lado esas cuestiones y batallas. Mi tarea es deliberadamente limitada pero, de ese modo, espero lograr una profundidad (y hablo ahora demi propio pasado, tanto como del de cualquier otro) que tiende a estar notoriamente ausente en las discusiones de este tipo. PR??LOGO 13

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