Un Palacio de Justicia diseñado por Richard Meier y Socios.

Asociados y terminado el mes pasado, el Palacio de Justicia en Long Island con un valor de $200 millones de dólares, rompe con la tradición de los edificios públicos hechos de granito y mármol con escalinatas y columnas clásicas.
El nuevo edificio muestra todos los elementos que han hecho de la arquitectura de Richard Meier una firma y a él un maestro de la Arquitectura Moderna: formas geométricas entrelazadas, paneles blancos de esmalte y enormes ventanales. Pero raramente Meier ha usado esos elementos con tal delicadeza. El resultado es un edificio que desafía expectativas convencionales de lo qué un palacio de justicia debe parecer. En vez de un monumento a la autoridad legal, Meier ha creado un símbolo alusivo de la verdad absoluta.
El edificio -- que contiene las cortes de distrito -- se alza sobre un paisaje suburbano plano, rodeado por una alfombra de árboles. Uno se aproxima a través de una extensa plaza que recuerde los paisajes urbanos de las películas neo-realistas italianas de 1950.
Pero el edificio detallado exquisitamente ablanda esa imagen. Un pabellón cilíndrico como entrada se levanta desde la plaza. Pegado al edificio, su forma levemente asimétrica da a la plaza una presencia como protagonista. Detrás de la rotonda, la fachada principal del edificio -- un enorme muro de cristal protegido detrás de filas de largas lumbreras horizontales -- parece asomarse como una pantalla efímera. El efecto total es asombrosamente atractivo.
El interior de la Rotonda es único. Meier ha utilizado rotondas en proyectos anteriores. La rotonda del Centro Getty llena de luz por ejemplo, el cual funciona como la entrada principal al museo, es uno de los mejores espacios de Meier. Pero la rotonda del Islip incluso es mucho mejor. Su forma levemente asimétrica, que se levanta 60 metros en el aire antes de afilarse en el tope para enmarcar un domo circular, es una reminiscencia de los domos Barrocos del siglo 17 de Guarino Guarini.
Una vez dentro del edificio principal, sin embargo, la elocuencia visual lleva a una precisión altamente mecanizada. El edificio se concibe como tres áreas paralelas. El público circula a lo largo del frente del edificio - con vista al bosque exterior - y los jueces en la parte posterior, con las cortes en la mitad. La disposición soluciona un problema de seguridad, protegiendo a los funcionarios de la corte contra intrusiones no deseadas. Pero también permito que Meier creara una serie de ambientes distintos, que se entretejen.
Los pasillos públicos que se extienden a lo, largo del edificio entre las delicadas pantallas de la fachada y el muro de granito pulido que guarda a las cortes. Entonces se puede ingresar a los cuartos revestidos en su totalidad con madera, dando la sensación de una cámara acorazada, lujosamente sellada.
El contraste pulsa: en una cara, el mundo extrovertido de los sentidos, en la otra introvertido en el mundo de la mente. El edificio, en efecto, se convierte en un dispositivo de filtración gigantesco, culminando en las cortes.
Es un mundo calibrado tan preciso que en ocasiones parece estar al borde de romperse. ¿Y qué mejor imagen para un palacio de justicia? El tradicional palacio de justicia griego del renacimiento sirvió para dar al sistema legislativo su aureola de peso histórico y de autoridad moral. El diseño de Meier sugiere otro significado. En vez de una máscara de la importancia institucional, el edificio incorpora la búsqueda cuidadosa por un momento de absoluta claridad.




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