LA PIANISTA



" LA PIANISTA (La Pianiste) Francia-Austria, 2001.130 min. Dirección: Michael Haneke. Intérpretes:Isabelle Huppert, Benoit Magimel, Annie Girardot, Anne Sigalevitch, Susanne Lothar, Udo Samel.



"Quiero ante todo precisar hasta qué punto son vanas esas afirmaciones triviales, según las cuales la prohibición sexual es un prejuicio del que ya es hora de deshacerse. La vergüenza, el pudor, que acompañan al sentimiento profundo del placer, no serían sino pruebas de falta de inteligencia. Sería como decir que deberíamos hacer al fin tabla rasa y volver al tiempo de la animalidad, de la libre devoración y de la indiferencia hacia las inmundicias.¡Como si la humanidad entera no proviniera de grandes y violentos movimientos de horror seguidos de atracción, a las cuales se vinculan la sensibilidad y la inteligencia!"
Prefacio a la obra MADAME EDVARDA de George Bataille.

De sexualidad, de follar y amar, o al contrario. Si Bataille hubiese sido el guionista otro pene cantaría.
Nos quedamos si el drama es un tributo al gran falo y a la penetración masculina o por el contrario los devaneos de una pianista inmiscuida en una sexualidad que no contempla y de la que quiere salir a grandes zancadas.
Por una parte tenemos el prototipo varonil y a una mujer madura con sus ardores achacosos que no puede eximir de su celibato controlados por una madre voraz y exangüe, no aturdida y casi fantasma que intenta manipular la vida rancia (si no fuese por Schubert) de su hija, agotando su existencia en golpes de alcohol para dormir.
¿Quién escribe las condiciones de ese juego a-sexuado de una pianista enamorada de la música y lo invisible, no por ello menos atractivo?
En Erika -Isabelle Gubert- vemos una mujer aturdida de Mallarmé, de Bataille, de la pelvis dibujada por Panero, y unos polvos de Sodoma y Gomorra de Sade.
A fin de cuentas el entramado es una imagen alargada a tiempo de largometraje de "Historia del ojo" o "El Muerto" o "El pequeño" . Que sin llegar a serlo se queda a espaldas de "mujer madura busca que la aten con sogas de ahorcado", para, en definitiva sucumbir ella misma. Pero la sexualidad, la práctica del sexo, en fin, en La Pianista, empieza y se desenreda dónde empieza el placer, dónde acaba el sufrimiento, o por qué no dónde empezar a nacer. No deja de ser eso: mujer madura busca virilidad -con mayúsculas- con el ante telón de la música de Schubert.
En suma el film es una austera bofetada a un maltrato hecho sexo, sin serlo, terminando en una violación impía que lleva a la protagonista a clavar esa punta de decencia o indecencia, esa tecla gris de Bataille en su propio corazón. Una trama verdinegra: verde por las notas que el buen "escuchador" clásico reconocerá con orgásmica complacencia; y negra por lo oscuro de ese armario que tapona una neurosis en forma de Erika, para que comulgando ante un dios fálico descubre el devenir de una música y unos aciertos sádicos que no llegan a corresponder con la estupidez masculina de un altanero, rubio y enjuto joven de "polla fija" que rompe un juego que disponen unas sombras de un Bataille desorbitado y trempado de amor, que lleva a un desenlace atroz que hace pensar en el maltrato versus sexualidad asexuado de cuerdas de pita. Ni siquiera Mallarmé podría haber no incluido un vergel de yeguas trempadas para ésta "La Pianista" que nos degolla y exorciza de este silencio -tan silencioso- para corresponderse con los más viles sueños eróticos de una pianista que busca un desenfreno tan abrupto como el desenlace de un cuchillo atravesando un corazón que apenas sangra, que sigue confundiendo ese desenfreno con el amor.
Bataille salve las imágenes de un film tan efímero y menospreciante como el de Erika -profesora ruda y disciplinada en demasía de pianos- y el de un arquetipo de "Fóllame" al más puro estilo francés de escenas violentas que siguen exponiéndonos a la antesala de un maltrato hecho a petición de una Erika devocionaria, y a la puesta en escena de no se sabe muy bien si vanagloria del más abigarrado Sade o al más neurótico amante de bizarres por descubrir esa parte que da tanto tiempo a uno mismo. El lado oscuro del corazón, y del sexo.

En fin, ¡si Bataille levantase la cabeza!


por Eddie (J.Bermúdez)


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