El debate en torno a la crisis del Estado de Bienestar ha marcado los sistemas de protección social durante las últimas dos décadas. Independientemente de que haya existido tal crisis, el fuerte debate que se ha generado en torno a ella ha influido en las propias políticas sociales y en la forma en que las mismas se están abordando. Uno de los elementos que se pusieron encima de la mesa fue el de la eficiencia de los sistemas de protección social a la hora de abordar sus objetivos. Dicho debate, manifestación parcial de un cuestionamiento más genérico de la eficacia y eficiencia de los swervicios públicos en general, orientó la atención de propios y extraños hacia la forma en que se gestionan las organizaciones que prestan servicios de carácter social. En este contexto, muchos profesionales de la acción social comprendimos que la época en que la justificación de nuestra acción se derivaba del propio contenido de nuestro trabajo se había acabado. No era suficiente con atender a personas con necesidad para explicar la necesidad de uno u otro servicio. Era necesario que la prestación de servicios sociales se hiciera de manera eficaz y eficiente. Debíamos ser capaces de fundamentar la aportación que nuestro trabajo suponía a la sociedad, a su desarrollo y a su bienestar colectivo. Pero era necesario hacerlo teniendo presente el coste de ese esfuerzo, la exigencia de sacar el mejor partido posible a los recursos públicos. De esta forma , el proceso de desarrollo de los propios servicios sociales, que tras una fase inicial de fuerte crecimiento había pasado seguidamente a un período más centrado en la mejora de la organización de lo puesto en marcha, se ve orientado con rapidez a focalizar la atención en la evaluzción de lo hecho. Así, van proliferando los estudios y publicaciones centradas en la evaluación de programas, si bien aún estamos lejos de haber alcanzado un nivel óptimo en esta materia. Por otra parte, el fuerte desarrollo del sector servicios en nuestras sociedades había llevado a generalizar una nueva forma de enfocar la gestión: la gestión de calidad. Algo que surge en la industria, con un enfoque orientado a controlar los errores (control de calidad) acaba evolucionando hacia una forma distinta de entender las organizaciones y la forma de gestionarlas (tal y como plantean los diferentes modelos de excelencia en la gestión). Pero no es sólo la empresa privada, industrial o de servicios, la que de manera cada vez más masiva va incorporando estos nuevos conceptos a su gestión, también las administraciones públicas comienzan a hacerse sensibles a este enfoque. Se va extendiendo un movimiento de modernización de la administración en el que nos encontramos plenamente inmersos en la actualidad. Incluso sectores muy próximos a los servicios de intervención social, como la sanidad o la educación, encuentran en el enfoque de la gestión de calidad nuevas perspectivas que les permiten reorientar su gestión para prestar mejores servicios a la ciudadanía a la que se dirigen. |