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1ª Edición / 166 págs. / Rústica / Castellano / Libro
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En piedra o bronce, estamos acostumbrados a contemplar al Galdós de las estatuas, al escritor más influyente del siglo XIX en nuestro país: un coloso de la literatura española y universal. Es posible que a Benito no le gustase tanto ver su rostro siempre grabado en el sello oficial de prócer de la patria; puede que sonriera, escéptico y socarrón, ante la imagen sin mácula, ese aburrido ornamento, que algunos pretenden imponerle. El escritor canario siempre quiso pasar de puntillas sobre las primeras etapas de su vida. Conocer esos años, sin embargo, además de desvelar los aspectos hasta ahora ocultos de su peripecia personal, nos permite acercarnos a los factores que, sin duda (no se conocen excepciones a esta regla), debieron condicionar la psicología y el carácter del Galdós adulto. Quizá sea hora de preguntarnos por el Benito adolescente, vulnerable y humilde, apenas un muchacho tímido y discreto que, hasta para él mismo, ha pasado desapercibido. Ese chico de ojos ardientes, alto y desgarbado, romántico y enamorado, precoz periodista y dramaturgo fracasado. El joven canario, atortolado y errante que aterrizó en el Madrid prerrevolucionario y bohemio de 1862. Todavía estamos a tiempo de intentarlo: descorrer el pesado telón que impide conocer esos años de encrucijada, decisivos en la vida del escritor, antes de que se pierdan para siempre en el olvido o la leyenda.