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Sorolla y su Tiempo

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La historiografía artística de Sorolla se ha centrado en el análisis exclusivo de la figura del maestro valenciano, sin atender a su entorno. Pero, para comprender de forma más precisa la producción de este artista, hay que conocer bien el contexto en el que se desarrolló su pintura: sus maestros, sus colegas, sus amigos -como el escritor Vicente Blasco Ibáñez-, la influencia del pensamiento de la Generación del 98 o el papel ejercido por la crítica de su tiempo. Y este es el principal rasgo distintivo de Sorolla y su tiempo. Joaquín Sorolla y Bastida (1863-1923) disfrutó durante su vida de una exitosa carrera tanto nacional como internacional, participando en numerosísimas exposiciones, lo que le convirtió en la imagen internacional de una renovada pintura española a principios del siglo XX. No obstante, según algunos intelectuales de su tiempo, Sorolla se situó en una manera levantina de ver y vivir la existencia, sensual y frívola, que no se correspondía con la realidad. Al triunfo internacional se unía en España el entusiasmo popular por su pintura y por su persona. El gran público, sobre todo en Valencia, preservó indeleble su admiración ante su hito local, al tratarse de una pintura fácilmente comprensible, iconográficamente amable y muy agradable de ver. Para sus contemporáneos Sorolla fue un pintor naturalista, aunque también se le ha catalogado, de forma imprecisa, como pintor impresionista. A finales del XIX la pintura naturalista de escenas cotidianas supuso una ruptura frente a la tendencia académica preponderante de la pintura de historia que había marcado la segunda mitad del siglo. Sorolla fue un pintor moderno que no llevó a cabo una transposición mimética de la realidad al lienzo. Él hizo pintura pura y simple, para lo cual se sirvió del análisis al aire libre del color desde un punto de vista expresivo y autónomo. La emoción fue el puente entre la mirada y su mano, surgiendo tanto de lo que observaba como del instante de la producción. Como consecuencia del éxito del artista valenciano, se generó un grupo de seguidores que se denominó escuela sorollista. Pero las fórmulas gramaticales e iconográficas de Sorolla se convirtieron en manos de sus discípulos en una receta repetida de forma sistemática.

 

 

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