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Quienes –probablemente desde una visión utópica, si no romántica- tenemos permanentemente abiertos los ojos ante los problemas que afectan a los diferentes colectivos de personas con discapacidad, nos hemos visto sorprendidos estas últimas semanas por un montón de anécdotas que nos están forzando a reflexionar intentando ver lo que hay detrás de ellas.
LOS HECHOS
1.- Sucedió en nuestro país estas Navidades
Un grupo de personas con “discapacidad intelectual” que -unos porque les apetecía salir de su casa los días de Navidad y otros porque se quedaban “sin casa” pues (parece ser que “por convenio”) cerraban su residencia o vivienda tutelada- realizan una excursión y se alojan en un hotel. Al mismo acuden también otros grupos –digamos “normales”- de vacaciones, y pronto (como ha ocurrido tantas veces) aflora la intolerancia de quienes no soportan la integración de la persona con discapacidad. Pero, en esta ocasión, llegando a vejaciones y hasta insultos cada vez que las personas con discapacidad intelectual, aparecían en el comedor del hotel o en sus dependencias comunes. Nos describen con todo detalle los monitores encargados de esta actividad, organizada por FEAPS CV, el alto grado de desorientación en que se vieron envueltas las personas con discapacidad. Las desagradables y hasta “kafkianas” consecuencias que de esa intolerancia se siguieron, quizá será mejor no detallarlas. Que unas personas vean limitado, y en algunos momentos hasta el punto de tener que renunciar, al ejercicio de un derecho constitucional, es lo que hemos puesto en manos de la justicia con el fin de que disponga lo que pueda corresponder en derecho.
2.-Sucedió en nuestra ciudad estas Navidades
Unas personas con síndrome de Down deciden pasar un rato en un conocido pub de nuestra ciudad, y cuál no sería su sorpresa cuando se les prohíbe la entrada porque las normas de la casa parece que no lo permite. Los durísimos términos utilizados por los responsables sonaban así: “Aquí no se permiten subnormales”. Como ningún cartel avisaba de esta prohibición, una de las monitoras que les acompañaban, exigieron el libro de reclamaciones, sin que accedieran a ello hasta la llegada de la policía. De todo eso ha dado noticia la prensa local.
3.- ¿Vacaciones solidarias?
La prensa valenciana (por ej. Levante del 26, XII, 07) presentó como un gran logro de la Conselleria de Servicios Sociales, que 203 discapacitados valencianos habían podido disfrutar de unas “vacances solidaries” en albergues y demás. Pero será necesario observar que, en la mayoría de casos, eso se realizaba sin haber preguntado a cada uno si era eso lo que esas personas deseaban para sus Navidades.
Estos son los hechos o los datos. Pero ¿qué hay detrás de ellos?
Quienes vivimos el “día a día” de las personas con discapacidad intelectual en nuestras casas, pisos tutelados, asociaciones o fundaciones …sabemos muy bien que, más allá de las anécdotas –con todas las excepciones que se quiera- estos hechos demuestran una grave carencia de humanidad.
Evidentemente, las personas con discapacidad –del tipo que sea- siempre plantean problemas. ¿Quién de nosotros no los ha planteado alguna vez? ¿Es que no hemos sido niños o no pensamos llegar a ancianos? ¿Es que vamos a discriminar a unos y otros porque necesitan especiales cuidados que, por otra parte, no son sino exigencia de la buena educación ciudadana? ¿Es que nuestros familiares y amigos con discapacidad intelectual les han faltado en algo o han sido privados de sus derechos por alguna ley?
Derecho a moverse libremente por donde –cumpliendo las condiciones adecuadas- quieran; derecho al ocio y al trabajo, a la diversión, a las vacaciones como cualquier ciudadano en invierno. ¿Acaso los jóvenes de su edad son “segregados” en albergues entre el 23 de diciembre y el 6 de enero? ¿Es éste el tipo de Navidades que querríamos para nosotros?
No creemos que sea necesario investigar mucho para detectar que –detrás de todo esto- hay mucha intolerancia, mucho desconocimiento de lo que son las “personas con discapacidad intelectual” y olvido de cuáles son sus derechos. Y, sobre todo, cuáles son las enormes posibilidades que pueden alcanzar estas personas, pero que, por comodidad o por limitaciones de presupuesto, se dejan perder.
UNAS CUANTAS PREGUNTAS
a) ¿Qué postura van a tomar los poderes políticos y judiciales cuando presentemos la correspondiente “queja” o denuncia, ante ese trato vejatorio e inconstitucional explicado anteriormente en el “primer hecho”?
b) ¿Qué papel va a tomar la Administración, especialmente la Conselleria de Benestar Social, respecto de las posibilidades de un disfrute de ocio y tiempo libre con la calidad y seguridad adecuadas a las necesidades y capacidad de estas personas?
c) ¿Nos vamos a quedar “calladitos” porque pleitear ante la justicia siempre resulta caro, y porque las quejas ante la Administración pueden volverse contra nosotros?
d) ¿Acaso es que no tenemos claro todavía que no estamos pidiendo favores ni solicitando beneficencia, sino algo tan simple como “prestar la voz” a quienes no tienen “suficiente pulmón” para exigir que se respeten sus derechos?
Daniel Plá
Fundisval
11 de enero de 2007