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El vacío sagrado
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Bregenz es una pequeña ciudad fronteriza de 25.000 habitantes, situada a orillas del lago Constanza, cuyo mayor acontecimiento cultural hasta el momento era un festival de ópera celebrado en verano junto al lago. Zumthor obtuvo el encargo de la Kunsthaus a través de un concurso internacional patrocinado por el Ministerio de Cultura austriaco, en el que había propuesto una caja esencialmente vacía pare albergar una institución dedicada a la organización de exposiciones temporales. Los despachos, la biblioteca, la cafetería y la librería iban a alojarse inicialmente en un edificio existente en el solar, pero esta construcción fue posteriormente demolida y sustituida por una nueva ala auxiliar que forma una pequeña plaza con el nuevo museo. Una presencia volátil Situada en el corazón de la ciudad, junto al teatro municipal, la Kunsthaus es un evanescente objeto añadido al tejido urbano, a la vez extraño y seductor. Casi un cubo perfecto, está revestido uniformemente de cientos de paneles de vidrio traslúcido sujetos con fijaciones de acero que los mantienen inclinados y ligeramente solapados a la manera de las tejas de madera, pero de forma que las superficies no se toquen nunca. El muro cortina queda por fin liberado aquí de toda dependencia de la estructura interna y el aire circula libremente a través de un amplio andamiaje autoportante de acero, de casi un metro de ancho, que sujeta esta envoltura tan diáfana. La nebulosa superficie traslúcida y la angulación oblicua de los paneles de vidrio hacen del cubo una presencia volátil, en constante cambio a lo largo del día según las condiciones de luz, de modo que en algunos momentos casi parece evaporarse, mientras que de noche se convierte en una linterna radiante. Al igual que una crisálida sedosa que envolviera a un ser a punto de nacer, la borrosa superficie de las tejas de vidrio ofrece tan sólo un atisbo de la organización interna del edificio y, del mismo modo, promete la condición recíproca de no dejar ver el exterior una vez dentro. La primera fila de paneles está llena de huellas de dedos que revelan las muchas personas que se acercan a espiar por entre las rendijas pare tratar de resolver el misterio de la anatomía del edificio.
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