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Hace ya algunos años, decía Mª Angeles Duran que a las mujeres intelectuales les toca un papel bien claro: ejercitar su capacidad de "ver" lo que otros no han visto, de recordar lo que otros han olvidado, acuñar conceptos y someter a prueba "el sentido común" de los hombres, que los científicos varones han dado por bueno, sin caer en la cuenta de cuantas zonas de la realidad dejaban a oscuras. En los últimos tiempos, frecuentemente y por razones diversas, al ocuparme de algunos de los múltiples temas que figuran en la agenda práctica y teórica de muchas mujeres comprometidas, compruebo la extensa diversa producción en el ámbito de la investigación histórica, la filosofía, la reflexión política, la sociología, la biotecnología. Pero además a la investigación, al conocimiento, a la conciencia, a la experiencia, se va sumando una masa importante de acciones de diferente índole, desde nuestros ritos, propuestas legislativas, denuncias, acciones cotidianas anónimas, manifiestos para cyborgs (híbridos teorizados y fabricados de maquina y organismo). Muchas preguntas, muchas propuestas. Nos vamos "enredando", intentando también aportar nuevas maneras de mirar el mundo, seguramente más complejas, menos excluyentes, que abarcan desde el diseño de estrategias para la supervivencia y autoafirmación, la elaboración de nuevas imágenes, y el debate sobre nuestras preocupaciones prioridades éticas. Todo nos incumbe. La red y las redes que hemos venido tejiendo desde hace muchos años, se utilizan para que la información fluya y para objetivos más ambiciosos. En esta línea quisiera referirme a una de las últimas iniciativas que ha emprendido el movimiento de mujeres a nivel internacional. En octubre de 1998 en Quebec, 140 mujeres en el año 2000. Se configura como una prolongación de los Foros paralelos que surgieron a raíz de las Conferencias Mundiales sobre las Mujeres, convocadas por Naciones Unidas y exige el respeto a las decisiones adoptadas en estas conferencias y el cumplimiento de los compromisos recogidos en los Tratados y Convenciones. En realidad se trata de una reunión internacional autoconvocada por el movimiento de mujeres que pretende, a la luz del análisis feminista, que coincide a menudo con las propuestas de otros grupos preocupados por la defensa de los derechos humanos, el fomento de la igualdad y la justicia, combatir la pobreza y todas las formas de violencia contra las mujeres. Conscientes de que la pobreza supone una violación de los derechos económicos y sociales, al igual que la violencia contra las mujeres es una violación de los derechos humanos fundamentales. Esta movilización internacional, se promueve con la esperanza de ejercer una presión política mundial con la contundencia necesaria para que se lleven a cabo los cambios profundos que precisa el bienestar de la humanidad. Es esta una de las maneras que han elegido las mujeres para dar el paso a un nuevo milenio: orientar las prioridades del mundo hacia la solidaridad, la paz y la igualdad y anunciar que las mujeres serán, más que nunca, las protagonistas de profundas transformaciones sociales. Sin duda la complejidad es uno de los rasgos de nuestra época y nadie se le escapa que la actual situación de cambio se basa de manera significativa en el avance del progreso científico y en la organización y distribución de los frutos de ese progreso. Lamentablemente estos avances, como señalan los informes del PNUD, han generado un aumento acelerado de las desigualdades, y en este proceso las mujeres resultan especialmente afectadas o desfavorecidas. En consecuencia parece urgente, justo y necesario, como se viene poniendo de manifiesto en diferentes foros, que las mujeres participemos en términos de paridad, no solo en el desarrollo de nuestros derechos sino en la solución de los problemas que el mundo actual tienen planteados como consecuencia de la globalización. Sin perder de vista la equidad como principio y aspiración. Carmen Alborch. |