¿Aún no tienes una cuenta? Crea una ahora y accede a tus listas favoritas, tu histórico de cuentas y muchas más cosas...
Pedidos y atención al cliente
PARTICULARES: 963 392 051 - FAX: 963 615 480 / LIBRERÍAS: 963 600 598 - FAX: 963 694 151
1ª Edición / 93 págs. / Rústica / Castellano / Libro
En papel: En stock, entrega en 24-48h |
|
|
Consultar disponibilidad en tiendas
Consultar disponibilidad en tiendasLos plazos estimados son para pedidos realizados antes de las 14:00h del viernes (salvo error o situaciones especiales: festivos, inventarios,etc).
|
||
Libro electrónico*: |
8,00 € | |
Pack libro y libro electrónico juntos*: | 19,00 € | |
*Para visualizar los libros electrónicos debe tener instalado Adobe Digital Edition en su equipo. Para conocer más pulse aquí. |
La película «Los olvidados» ?catalogada en el 2003 por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad en la categoría de «Memoria del Mundo»? describe una sociedad en la que el mecanismo del olvido es un resultado de la ausencia de mirada, de la despreocupación de los satisfechos por la suerte de los desposeídos. Pero esta película es también una reflexión sobre cómo se construye la capacidad contaminadora, de perversión, que alcanza el olvido. El olvido se convierte,a su vez, en una perversión social, en el sentido de que la condición de olvidado constituye también, más allá de la marginación, de la exclusión, una forma radical de extrañamiento, de alienación, que convierte indefectiblemente en verdugos a quienes sufren la condición de víctimas. El cineasta aragonés sabe ahondar en la ambigüedad de esa condición de víctimas, de excluidos, como consecuencia de la pulsión encerrada en el olvido, que fatalmente les aboca a repetir un destino cruel y sin sentido. Es una lección de esa forma de hacer cine, que el mismo Buñuel definió ?sirviéndose de una glosa de Octavio Pazcón una poderosa imagen que es una metáfora de su obra: «Ha dicho Octavio Paz: "Basta que un hombre encadenado cierre sus ojos para que pueda hacer estaílar el mundo". Y yo, parafraseándolo, agrego: bastaría que el párpado en blanco de la pantalla pudiera reflejar la luz que le es propia para que hiciera saltar el universo»