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Se han investigado la vida y los papeles de Unamuno, se han analizado sus novelas, su poesía, su antropología, su estética, su filosofía; se han estudiado sus ideas políticas ??aunque no perteneciera formalmente a ningún partido??; incluso se le ha psicoanalizado; algo que le habría horrorizado. También se le calificó de polemista, agonista, contemplativo; a nivel religioso se le consideró protestante, católico, incluso ateo; a nivel político se le consideró conservador, progresista, anarquista, revolucionario. Pero, ¿quién era realmente Unamuno? ¿Es posible tener una idea suficientemente orgánica y unificada de su pensamiento? Es él mismo quien protesta contra tal intento cuando afirma en el ensayo Mi religión (1910), con su habitual gusto por la paradoja, que no quiere ser encasillado, porque, como todo hombre que aspira a una plenitud de conciencia, formó una especie única. La obra de Unamuno presenta todos los rasgos de organicidad y sistematicidad; sería ininteligible sin considerar los fundamentos filosóficos y las preocupaciones teológicas. De hecho, a la luz de una filosofía de la religión, la investigación centrada en el problema único, el del anhelo de inmortalidad del hombre concreto, llega a una concepción coherente y orgánica, aunque esto no excluya la evolución intelectual y existencial.