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1ª Edición / 766 págs. / Rústica / Castellano / Libro
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Este libro, en homenaje a la memoria de Jesús María Valle Jaramillo, reúne las colaboraciones académicas de Derecho penal, Política criminal y Criminología, confeccionados por diversos estudiosos; así mismo, incluye semblanzas de amigos y familiares del homenajeado, sobre su vida, obra y asesinato; sin que pudiese faltar el magistral discurso del líder, pronunciado antes de su muerte, sobre el cruce del meridiano de la violencia por el territorio que lo vio nacer.
La figura de Jesús María fue prolífica, vasta y múltiple: Maestro, con mayúscula, dada su agudeza, profundidad, empatía, sabiduría y enfoque crítico, en las asignaturas que tuvo a cargo en los programas de derecho de plurales universidades, esto es, derecho procesal, ética, teoría de las pruebas penales, casación penal. Abogado penalista integral; casacionista singular; orador excelso. Especialmente, un imprescindible defensor de los derechos humanos, que hizo presencia de forma constante y comprometida en plurales escenarios: en el movimiento sindical; entre campesinos e indígenas; en la lucha por los servicios públicos domiciliarios; en la liga de consumidores; en el Concejo de su pueblo natal (Ituango); en los calabozos y en las cárceles; en las movilizaciones sociales. Y, por supuesto, también en el Comité de Derechos Humanos que honra la persona de "Héctor Abad Gómez".
Él encarnaba, además, la solidaridad, la reciprocidad, la generosidad, la capacidad de dar, de compartir, la humildad personal, la nobleza, lo cual se manifestaba de forma particular en la reciedumbre ética y claridad política para defender la condición humana de todos, cualesquiera fuera su cargo, su clase, su raza, su etiqueta o el prejuicio. La otra, su actitud parresiasta, su entereza y valentía para denunciar los atropellos, pero siempre sin invitar a la violencia cuyo ejercicio condenó en todas sus formas. La luz de Jesús María era inmensa, llenaba el "aire de chispas", y ardía la vida con tantas ganas, que no era posible mirarlo sin estremecerse y quien se acercaba a él, se encendía.
Este acto en homenaje a su persona, es testimonio de que con su muerte, sus agresores no segaron lo fundamental de lo que fue su vida, porque sus enseñanzas encontraron tierra fértil, sus banderas siguen izadas; por eso para recordar uno de sus discursos, en la quietud de su muerte continúa el fragor de la lucha para construir una mejor sociedad por parte de las generaciones que formó, de las que vienen y lo han erigido en referente ético, espiritual y político de una vida revestida de dignidad.