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1ª Edición / 212 págs. / Rústica / Castellano / Libro
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El ciclo institucional de 30 años, transcurridos desde la
 reforma constitucional de 1987 que inició el proceso de
 transformación de la Suprema Corte de Justicia de la
 Nación en un Tribunal Constitucional, nos invita a reflexionar
 sobre los logros alcanzados por la Corte bajo esa
 nueva identidad, pero también a advertir los obstáculos
 que al día de hoy impiden su adecuado desenvolvimiento
 como custodio de la regularidad del ordenamiento
 jurídico, árbitro de las diputas en el ejercicio del poder,
 garante de los derechos y libertades de las personas y
 protector de la salud de nuestro sistema democrático.
 Derivado de lo anterior, el objetivo de esta contribución
 busca analizar si el marco competencial, la estructura
 institucional y el funcionamiento interno de la SCJN se
 encuentran orientados a lo que se ha esperado de ella en
 las últimas décadas, o si, en cambio, se mantienen
 defectos o insuficiencias que han restringido su concretización.
 En la búsqueda de los factores y condicionamientos que
 han ralentizado, detenido o postergado el eficaz desempeño
 de la SCJN se identifican las reglas formales e
 informales que, amalgamadas, han erigido incentivos
 capaces de condicionar la acción de los integrantes del
 Pleno. El pluralismo de visiones que ahí se congrega, la
 manera en que se agrupan sus ministros, la disposición
 que muestran para obtener decisiones ampliamente
 compartidas, el esquema en el que deliberan, la dinámica
 bajo la que votan y la forma en la que exteriorizan sus
 discrepancias, dicen mucho de la actitud con la que cada
 uno de sus integrantes asume su función, y revela la
 capacidad de la SCJN para moverse íntegramente en una
 determinada dirección.
 Todas estas condicionantes han generado diversas tensiones
 en la forma en que la SCJN, en Pleno o en salas, ejerce
 su función constitucional, demostrando que entre sus
 ministros conviven visiones, expectativas e intereses
 distintos, lo cual desvela la existencia de cuestiones
 abiertas e indefinidas que no han logrado consolidar
 directrices de consenso sobre la orientación institucional
 que busca asumir de cara a un nuevo ciclo histórico, a la
 que deban conformarse solidariamente todos sus
 integrantes.
 La constatación de tendencias, resistencias e indefiniciones,
 a 30 años de distancia, vuelve a abrir el añejo debate
 en torno a la necesidad de una nueva reforma que delimite
 con mayor precisión el núcleo esencial de la competencia
 constitucional de la Suprema Corte o, en el extremo,
 que impulse el tránsito definitivo hacia la edificación de
 un auténtico Tribunal Constitucional.